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Decantado ocho horas antes. De este tinto se dice que es una especie de "premier cru" del Médoc en pleno Languedoc. Algo de eso hay. Pues aquí se trata de que la altiva cabernet sauvignon demuestre de lo que es capaz en tierras mediterráneas sin por ello tener que sucumbir a los temibles mentolados, a la pimienta verde o a los balsámicos a discrección. Su nariz es de una elegancia y profundidad ejemplares. Juguetea con la tarta de cassis, el cedro y, a estas alturas de botella, con las trufas y la tierra mojada, pero también muestra sin recato notas de montebajo, tomillo, jara, que dejan caer la procedencia del tinto sin por ello resultar cansinas. Su boca es redonda, de cuerpo medio, muy civilizada, más larga y profunda que ancha y corpulenta. Larga persistencia que deja un recuerdo a cassis y a trufas reconfortante. Una cabernet mediterránea con mucho terruño. Ahora mismo en plena forma. Desde ahora, su artífice, Aimé Guibert, el héroe de Mondovino, me cae todavía mejor.