Cápsula y corcho íntegros, aunque en estado crítico como se les supone tras más de medio siglo. Aún así, el corcho sale entero con el clásico sacacorchos Pulltap's.
Botella aireando una hora, no desprende ningún tipo de tufo al abrirla y el vino está sorprendentemente limpio. Color marrón atejado con reflejos cobrizos, poca diferencia con el menisco, capa media-baja. En nariz predomina el olor a café tostado con notas de canela, pacharán y regaliz. Poca evolución tras la aireación, aparece algún matiz de bosque y disminuyen ligeramente las notas de café.
En boca, pese a que está en sus últimas con una acidez justita y poco cuerpo, tiene un postgusto bastante largo y aguanta el tipo con gran elegancia sin venirse abajo. Nos ha recordado más a un licor suave que a un vino. Tomado con un pollo asado de corral, buena combinación.
Al ser mi primer viejuno me ha encantado todo el proceso de abrirlo, estar atento a su evolución en nariz y en copa y por supuesto saborearlo, sabiendo toda la historia que tiene detrás (gracias al amigo Helios). Me ha parecido alucinante que un vino con 52 años haya llegado en tan buenas condiciones hasta hoy, cuando algunos vinos que se hacen hoy en día no aguantan ni 10 años en botella.
Me viene a la cabeza la famosa cita de Francis Bacon: "Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer"