Muchísimas Javier, la última anécdota que no tiene que ver nada con la botella

Muchísimas Javier,
la última anécdota que no tiene que ver nada con la botella, pero si con el mundo del vino, y que me hizo reir un montón a mi y a unos cuantos más seguro, fué en el último Tast de carinyenes en Porrera.
Resulta que siempre he pensado que a los tasts se ha de ir cómodo, pero como soy mujer y presumida, a este tast fuí con un vestidito rojo escotadísimo y los tirantes se me caían, encima llevaba un chal de seda verde que se me estaba deslizando continuamente por la espalda y cuando me descuidaba iba para el suelo, y para acabarlo de rematar, si era posible más insensatez, me puse unos zapatos apretadísimos tipo salón con mariposas y un tacón de esos de aguja de 20 cm.
O sea que imagínate a la mua intentando controlar el chal, el escote, los tirantes, los zapatos, pisando siempre mirando al frente, para no pisar a nadie entre tanta gente, sujetándome el chal y los tirantes, andando bien recta porque con esos peazos de talones se me iba el equilibrio, y encima sujentando una o dos copas llenas de vino.
El caos.
Bien, en la sala donde se realizó el tast, que es un viejo celler, había unas rejillas de desagüe en el suelo, estrechitas, estrechitas...¿Te vas imaginando por dónde va el asunto?.

Caminando entre tanta gente, con las manos bien ocupadas y la mirada fija en el frente, no me fijé en las rejillas. Obvio.
Cuando me di cuenta había metido todo el tacón del zapato en una de ellas y se había quedado encallado. Solté el chal, se me deslizó el tirante, se me resbaló la copa...
y yo muerta de vergüenza y de risa, porque soy más payasa que vergonzosa, suelto chal y la copa en el suelo, medio descalza agarro el zapato y NADA...que no sale, completamente encallado.
Venga tirar y tirar!!!
La gente estaba tan apiñada que casi no se habían fijado en mi, pero suerte que a mi lado había dos mocetones fuertes, entre ellos un sumiller y un famoso gerente de una bodega prioratina, que muy amablemente y les estaré eternamente agradecida, empezaron a tirar fuerte del zapato, pero con mucho cuidado, y en un par de minutos consiguieron desclavarlo del suelo.
Sano y salvo.
En fin, lo dicho, a las catas hay que ir cómodo y con las manos y los piés cómodos y desocupados.
Saludos.
Dominic