Un capote en forma de flor.

Degüelle: Diciembre 2010.
El conjunto que ofrecen botella y etiqueta resulta tan sugerente como el propio vino. El juego entre el rojo y el blanco siempre queda moderno y a la vez con un punto de delicadeza. Y más, si las flores de la etiqueta coincide con el primer golpe en nariz. Le precede un rojo guinda subido, de ahí que se le espere con fuerza, pero su toque floral, su manzana carnosa y su membrillo, te acaba por decir que no es así. Su trago es fresco y jugoso, con buen carbónico, algo dulce, y una acidez que arrastra en cada sorbo.
Ojo, que no llega a sutil.
Había ibéricos, espárragos de huerta, montaditos de todo tipo, y su comportamiento fué muy bueno.

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