Una auténtica joya del Duero portugués

Ahora pude catar los vinos de Crasto con el hijo de los dueños de la bodega, persona finísima y de aguda inteligencia. Pero cuando se trata de Vihna Maria Theresa, Miguel Roquette-Almeida se expresa del viñedo con el respeto y reverencia que uno daría a sus ancestros.
El viñedo de apenas un par de hectáreas que da origen a este vino amerita un comentario, sobre todo porque lo que me dijo Miguel no está en su pagina web ni en sus folletos. Por ejemplo, la orientación no es sur/sureste: apunta directamente al este, de modo que queda en penumbra antes que otras viñas pero capta todo el sol de la mañana y mediodía. El suelo después hace el resto: va liberando el calor que acumuló, de modo que el sol que deja de percibir en la tarde ni falta que le hace. Tan es así que el viñedo alcanza la madurez y se vendimia antes que otros con más horas de sol.
"Es un verdadero microclima, con variaciones térmicas, condiciones de humedad, etc únicas para el Maria Theresa", me dice Miguel. Encima de eso, la viticultura es 100% biológica.
El viñedo, de 90 años, no tiene 'parcelas' sino que las más de 30 variedades plantadas están mezcladas, sin ningún orden en particular, puede haber una parra de tinta roriz a lado de un touriga nacional y delante de un touriga franca. ¿El rendimiento? "Algo así como unos 200 gramos de fruta o veces menos por planta", me responde Miguel.

Impresionante.

Respecto a la cata, poco puedo añadir a lo que ya se ha dicho. El vino es una vorágine de frutos secos (almendras, nueces), flores, pizarra, acentos de una crianza que se percibe de altísima calidad y una carga frutal que sería una necedad intentar describir. En boca es demandante y cautivador, se deja acariciar pero no abrazar, y el final deja una impresión de esas que no se olvidan. Un hermoso vino.