La última vez que probé algún que otro fondillón fue precisamente en

La última vez que probé algún que otro fondillón fue precisamente en Alicante, a inicios de 1999. Puede que la memoria me engañe, pero no recuerdo nada igual y nisiquiera hubiera soñado que estos vinos pudieran alcanzar estas alturas.
El vino de hecho gana en complejidad luego de abierto. Al inicio me recordó mucho a un amontillado, con acentos además de maderas finas y frutos secos. Un par de días después es de una complejidad que intimida, menos por la cantidad de sensaciones que por la milagrosa manera en que se balancean el chocolate, pasificados, frutillos rojos, higos, desván, bosque húmedo, una cierta salinidad medicamentosa, etc. Al paladar, bueno, esto se acerca a los sublime, y el retronasal es, para decirlo derechamente, orgásmico. Un vino de no-creerse, dramático, no apto para cardiacos.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar