La última vez que bebí este vino fue en agosto de 2020, es decir, prácticamente hace un año. El color y la presencia visual se mantienen intactos. Igual de limpio y sin poso. Es sin embargo en nariz y en boca donde notamos que ha cambiado. Olfativamente ya no detectamos tanta fruta roja. Esos matices, aunque continúan, se han vuelto más austeros y minerales. Con los sabores nos pasa algo parecido: los toques jugosos anteriores han tornado hacia un carácter más vertical y “delgado”. Donde antes a ciegas podríamos haber dudado entre tinto y blanco, ahora ya no pensaríamos en nada de color rojo. Sube un escalón, veremos qué pasa en 2023.

A ciegas en copa negra estoy seguro que nos costaría saber si es un vino rosado o blanco, tiene sensaciones cítricas y florales de un blanco y la fruta de un rosado, es un vino serio, tanto en nariz como en boca.

En boca se muestra fresco, con excelente acidez que le permitirá evolucionar bien en los proximos años. La crianza bien puesta en segundo plano, con ligeros herbáceos y mineralidad. Final largo y seco.

Anaranjado, limpio y brillante.

Flores silvestres. fruta ácida (fresas, naranja, mandarina…), toques cítricos y mineralidad. En esta fase, a ciegas, no sabríamos distinguir entre tinto o blanco, aunque tira más hacia este último.

Boca fresca, tirante, ácida… Según va entrando, va pidiendo más y más, el problema es que podrías bebértelo de un trago. Matices nítidos, similares a los ya descritos.

Final perfumado y de perfil primario.

Recién salido al mercado. Dicen que evoluciona bien durante dos o tres años. Habrá que comprobarlo.