El que bebía Bond, James Bond

Ambarino claro con destellos cobrizos, burbuja inexistente.

Nariz de buena intensidad que da síntomas de cansancio y oxidación, la botella tenía una cierta merma y dicho plus de oxígeno lo pagó en nariz con una paleta oxidativa de frutos secos, especias, flores secas y mieles.

En boca en cambio da mucho más de sí y muestra la gran clase que atesora, es un vino de gran finura y redondez que mantiene una acidez más que digna y resulta evocador en el final donde vuelven los frutos secos y los frutas muy maduras, con un carbónico apenas perceptible y una larga persistencia. Elegante.

Sin ser la mejor botella posible lo cierto es que ese 59 dio la talla sobradamente, hablamos de uno de los años más legendarios de la historia en Champagne y de un vino que tiene una simbología especial pues es ni más ni menos que uno de los favoritos del James Bond original, Sean Connery. Viene en una caja que es una obra de arte, verdadero "art decó". Toda una experiencia haber podido probar este mito y que será complicada de volver a repetir.

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