Restaurante situado dentro del Hotel Montelirio, muy céntrico (aunque en Ronda todo está relativamente cerca). Dispone de un comedor con impresionantes vistas al Tajo de Ronda. Cuando el tiempo lo permite también disponen de una terraza con iguales vistas. La decoración y mobiliario son clásicos, sillas cómodas y buena mantelería.

La carta está compuesta aproximadamente por una docena de entrantes, seis elaboraciones de pescado, ocho de carne y una decena de postres. La cocina la podríamos calificar como de mercado, basada en el buen producto, mínima manipulación y adecuada cocción. Así mismo buena presentación de los platos. La vajilla y cubertería correctas. El servicio es atento, dispuesto y muy profesional.

La carta de vinos es amplia, organizada por tipos y por D.O.’s, con una buena representación de algunas de ellas. También con un apartado para vinos de alta expresión (modernos). La cristalería sin ser de marca constatable es correcta en cuanto a forma y grosor. Los precios, aproximadamente los de tienda multiplicados por 1.60. El servicio del vino bastante correcto, aunque un tanto mecánico.

Nuestra experiencia fue para cenar, reservando una de las mesas al lado de la ventana y con las fantásticas vistas al Tajo acompañándonos. Compartimos: migas, hamburguesitas de langostinos, presa de cerdo ibérico, dos postres: helado de nata con higos en almíbar y crujiente de manzana con helado de canela. Para beber agua mineral y un vino joven de Ronda, Pililla. Todo por 66.26 euros para dos comensales.

Buen restaurante en general, aunque su valor añadido, viene dado por el entorno en el que está situado, recomiendo que cuando el tiempo sea benigno, cenar en la terraza.

En pleno casco histórico de Ronda, con unas vistas sensacionales, encontramos este refugio de la buena mesa. Un local elegante, cuidado con esmero, en un entorno único.
Personal muy agradable, muy profesional y preparado. Excelente servicio de vino, asesoramiento en absoluto intimidante, cordial y acertado; copas adecuadas para cada tipo de vino.
Nos deleitaron para empezar con raviolis de centollo, albóndigas de carabinero y hamburguesitas de langostino, todo ello acompañado y excelentemente maridado con un Libalis, un vino blanco cuyo precio engaña; no hace falta incurrir en un gran gasto en un restaurante para disfrutar (recomendación del sumiller; el Libalis, al parecer, marida con la mayoría de los entrantes de la carta con acierto; en miopinión y con los que tuve ocasión de probar, así es). Las diferentes texturas y puntos de cocción de los platos, el tratamiento de unos ingredientes delicados que pueden fácilmente menoscabarse y que sin embargo son realzados por salsas que los complementan en preparaciones que no son en absoluto al uso...hablan de inquietud y ganas de hacerlo bien.
Los segundos, excelente materia prima tratada con absoluto respeto y saber hacer: tres raciones de un cochinillo excelente (y al punto que, por lo menos a mí, me gusta: carne melosa y que se deshace, piel crujiente y sabrosa) y una ración de una presa de ibérico que no me dejó probar mi compañera de mesa pero que, intuyo, no estaba nada mal. Para este tiempo de la comida, tomamos otra recomendación del sumiller, un tinto andaluz llamado "El Niño Le...no recuerdo exactamente (y les ruego que me disculpen, porque fue una auténtica sorpresa: si tienen ocasión, pruébenlo).
Postres: crujiente de manzana, souffle de chocolate, etc...no defraudan.
Café, correcto.
En general, un restaurante de ensueño, con unas vistas que incitan a olvidarse del mundo, con un personal agradabilísimo y preparado, una servicio más que bueno de vino y una cocina de altura. Y ahora, el precio: 178 euros los 4 comensales, redondeando 45 euros por persona, incluyendo vinos. Excepcional.