Restaurante Chuka Ramen bar en Madrid
Restaurante Chuka Ramen bar
País:
España
Provincia:
Localidad:
Dirección:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
23,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Domingos, Lunes. Martes, miércoles, y jueves mediodias
Nota de cata PRECIO MEDIO:
30 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
6.6
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
4.5
Comida COMIDA
7.6
Precio medio entorno ENTORNO
5.8
RCP CALIDAD-PRECIO
7.6
Gyozas
Bao
Hamachi
Opiniones de Chuka Ramen bar
OPINIONES
8

Teniendo en cuenta cómo voy yo a estos sitios tendría que venir más aquí. Mucho más.

Pim-pam-pum. Llego, pido, como, se me pone una sonrisa beatífica y me voy (bueno, también pago).

Gyozas de vaca y ají riquérrimas y un bao de cangrejo de cáscara blanda que te lleva por la vía de la gula. Es que a mi eso de meterme entre pecho y espalda un cangrejo enterito sin quitarle ni las comas, como que me pone.

Este asunto con una botella de agua helada, porque venía arrecío, como 23 EUR. Pim-pam-pum. Llego. Como. Feliz.

Fecha de visita: 06/04/2018

Cena 4pax.

Precio por persona: 43 euros.

Comida 7.

Entorno: 5

Rcp: 6,5

Servicio: 6,5

Servicio del vino: -

Lo mejor: El bao de pastrami, el bao de oreja y el mochi donut.

Lo peor: El local, expectativas muy altas.

Viernes noche, 100% de ocupación, sin doblar ninguna mesa. Me sorprende agradablemente que al no doblar mesas se cena con tranquilidad, sin ninguna prisa. Tenía entendido que, al menos cuando no reservaban mesas, toda la experiencia era muy rápida, comías enseguida e incluso con prisas para dar de nuevo la mesa a otros comensales, nada que ver.

El local me pareció muy feo, no es que me pareciera un estilo deliberadamente descuidado o informal, es que en mi opinión es directamente feo. En el local tres mesas altas para seis comensales, unas pocas bajas para dos o cuatro y algunos puestos en la barra, es francamente pequeño. Mesas evidentemente sin mantel, ni tan siquiera individuales, adecuado al concepto del restaurante. La mesa alta me pareció bastante incómoda, tenía la sensación de que la altura de la mesa y la de las sillas no estaba bien coordinada e involuntariamente acababa con la espalda arqueada cada dos por tres, además el tipo de comida invita a acercar la cabeza a la mesa.

En lo que se refiere a la comida, bien, pero realmente me esperaba más. Hacía tiempo que tenía ganas de venir a este restaurante y quizá las expectativas eran demasiado altas. En cuanto al plato principal, el ramen, es la segunda vez que lo probaba en mi vida, pero da la casualidad que la otra fue hace poco más de un mes cuando estuvimos en Tokio y la diferencia fue bastante grande. El de Tokio me pareció bastante más sustancioso y con más sabor, aunque más grasiento, era como plato único para saciarte y no comer nada más. El de aquí sin duda más limpio y ligero, con los sabores más nítidos, pero también mucho más suaves. En ambos casos me gustó, pero ninguno de los dos me enamoró.

Los platos que pedimos, todos para compartir, incluso el ramen a pesar de la dificultad, fueron los siguientes:

  • Falso nigiri de vaca. La diferencia con el nigiri está en que se sustituye el arroz por un pan soplado. La carne y la salsa muy ricos, pero no creo que el pan mejore en nada al arroz en este plato. Bien de sabor en todo caso.
  • BunBao de Pastrami. Una magnifica pieza de pastrami elaborada en el restaurante dentro de un pan bao, con una ligera salsa de mostaza. Fuera de carta y lo mejor de la noche. Buenísimo.
  • BunBao de Oreja de cerdo. También fuera de carta. Muy rico, otro de los platos de la noche, y, en mi opinión, aún mejor añadiéndole un toque de siracha (hay una botellita de salsa en la mesa).
  • BunBao de cochinita pibil. Hemos probado cochinitas mejores, no obstante estaba rico y sabroso. Bien.
  • Gyoza de cerdo, langostino y salsa xo. Bien, aunque me hubiese gustado que el sabor de la salsa xo fuera un poco más potente, casi inapreciable.
  • Gyoza de vaca madurada y ají amarillo. Me gustó menos, algo picante, lo cual está bien, pero más que ají sabía a curry, además imponiéndose totalmente al resto de sabores.
  • Ramen Shio. El más “potente” de los dos que pedimos, con una salsa más líquida que el otro. Lo que he comentado antes, bien, pero no para tirar cohetes.
  • Ramen ToriPaitan. Más suave, con salsa más cremosa. Me gustó algo más por esa textura cremosa, pero igual, tan solo bien. En ambos casos lo que más me gusta es el punto y el sabor del huevo.
  • Fresas marinadas. Fuera de carta, no recuerdo como era el marinado. Solo bien.
  • Mochi Donut. Pastel de arroz con helado. Buenísimo, me encantó. Pedimos dos y me los hubiese comido los dos yo solo y quizá alguno más.

En lo que se refiere al vino, tan solo un blanco y un tinto. No parece el lugar apropiado para tomar vino, así que no puntúo. Varios tipos de cerveza japonesa, pero teniendo Estrella de Galicia de grifo, la elección estaba clara.

En resumen, estuvo bien, buena experiencia, una cena muy agradable, pero esperaba algo más “emocionante”.

Miércoles a la noche, 10:40, local a tope, doblan mesas y lo que haga falta, no es muy grande, pero no dan abasto, como pita.

Después del viaje hasta la Capi, Uxue y yo, teníamos mas ganas de ir a dormir que de otra cosa, pero para cenar nos acercamos hasta este local, por supuesto reserva previa con tiempo.

Nos pusieron de aperitivo pan de gambas con crema edamame, repitieron de pan de gambas.

Cogimos un bao para cada uno, Uxue Bao buns de pollo frito estilo general tso, con salsa agripicante y jegibrioli, muy potente y sabroso bao, Uxue no lo acabo, 7,5€.

Yo me pedí uno de cangrejo de concha blanda, con old bay kewpie, condimento perfecto para el marisco y salsa de jalapeños, me extraño que el cangrejo lo rebozasen con una masa estilo orly, de bastante dureza, acostumbrado a comer este cangrejo sin ella, quizás esto me descoloco y me hizo mas complejo comerme el bao, lo pedí por la textura del cangrejo y encontré algo mas duro de lo esperado, pero tanto los bao como los condimentos, bien, el mío 9€.

Pedimos unas goyzas de cerdo, langostino y salsa Xo, bonita presentación, al pasarlas por la plancha, les quedan unidas, de sabor correctas, 12€.

Nos recomendaron el siguiente plato, Char sui, barbacoa china de cerdo al estilo cantones, pluma ibérica envuelta en zumo de remolacha, hierba japo y sésamo, acompañado de una ensalada de manzana, cilantro y una picaña de frutos secos, la carne muy rica, con un toque ahumado del paso por la barbacoa y muy sabroso y jugoso, gracias a asarlo con el zumo de remolacha, 16€.

Un ramen, como no, para compartir, el Shio, sopa a base de pescado ahumado, marisco y algas con cerdo asado, consomé aderezado con sal marina, con chashu de pollo, daikon, alga hijiki, setas smeji, tatsoi y huevo, shio es uno de los cuatro estilos de caldo (salado), aunque yo diría mas bien sabroso y por supuesto los fideos chukamen, muy sabroso, esta preparación es lo que tiene, mucho sabor, el consomé tiene de todo, 15,5€.

Para beber agua del grifo y tres cañas, bien tiradas, estamos en la capi y eso se nota, 7,5€, por 67,5€ cenamos los dos, Uxue algo menos que yo, varias cosas le picaron demasiado, poco a poco.

Me parece un sitio para repetir si vives en la Capi, si vas de vez en cuando, todavía hay mucha oferta gastronomica por descubrir, pero sin duda para una cena o comida rápida, buena y sabrosa opción, aunque había mucha gente joven , se nota que es un local que esta petandolo , había alguna mesa con gente mas curtidita , como yo .

Tras la bacanal del viernes noche cuyos platos podríamos catalogar sin duda alguna dentro de una línea bastante clásica, apetecía algo diferente, un poco de comida internacional e hicimos reserva en este local cuyas referencias eran destacables. Restaurante ubicado en un bajo comercial cercano a la calle Huertas cuyo aspecto exterior no invita precisamente a entrar. El interior tampoco representa ningún prodigio del interiorismo, desmarcándose así de la línea imperante en la capital con locales de inversiones millonarias y entornos espectaculares. Está claro que aquí prevalecen las viandas muy por encima de todo lo demás.

Carta realmente corta que, según nos comentan, todavía lo es más los días de entre semana donde sólo se preparan baos, gyozas y los diferentes ramen (tres, cero recordar). Los fines de semana se añaden cuatro o cinco propuestas más. La inspiración de la carta es, sin duda, la cocina china que se hace en Japón. No hay, por tanto, sushi ni otras elaboraciones insignes de la cocina nipona. Se permiten ciertas licencias más “ibéricas” como la panceta, por ejemplo. Presentaciones estilo street-food sobre vajilla práctica y funcional. Tomamos:

- Falso niguiri de vaca vieja: El nombre le viene dado por su tamaño y forma. La base es una especie de hojaldre suflé. simulando la bolita de arroz y, sobre ellas, una finísima loncha de vaca vieja cruda que recuerda ciertamente a los nigiris de atún rojo. El toque picante aparece con efecto retardado. Se degusta y se disfruta a lo grande con los sabores puros de la carne y, después, se nota el picante. Riquísimo bocado que puso el nivel muy alto.

- Baos Buns variados: Pedimos tres para tres comensales y los compartimos. Resulta algo laborioso sacar tres partes iguales. Ideales para compartir entre dos. Uno de pollo frito, otro de langostino tigre y un tercero de cochinita pibil. Muy sabrosos los tres y muy apetecibles gracias a las salsas que lo acompañan y que los hacen muy “menjívols” (definición propia del valenciano que le viene como anillo al dedo a estos baos pero que no logro traducir al castellano, ja ja. Algo así como “jugosos”).

- Gyoza edamame: Buena la masa con las que se elaboran, rico el condumio realizado con estas vainas de soja en forma de puré y original la teja crujiente caramelizada con la que se acompañan.

- Gyoza vaca: Bastantes más sabrosas que las anteriores con un relleno delicioso de sabor intenso y elevada melosidad.

- Toripaitan: Ramen o sopa japonesa elaborada con pollo, alga nori, huevo, setas, fideos de arroz, leche de coco… La combinación de todos los elementos resulta deliciosa, prevaleciendo por encima de todos el sabor muy personal del alga (no apto para todos los paladares). Un plato reconfortante. La versión oriental de una rica sopa castellana. Sorprende la densidad que adquiere el caldo en combinación con los demás ingredientes.

- Mochi dougnut: Bizcocho de tamaño considerable, menos esponjoso que los pequeños mochis degustados hasta la ocasión, pero cuya textura nos recuerda claramente a este típico postre oriental. El sabor, sin embargo, es clavadito al de los deliciosos dónuts recién horneados. Se acompaña con una bola de helado de limón que aporta frescura a un postre de por sí bastante denso.

Acompañamos las viandas cada uno con aquello que más le apeteció: cervezas Asahi para una de las comensales, un cóctel sin alcohol para otro, y, para servidor, tres copitas de un delicioso Rías Baixas que no conocía: Canicas. La carta de vinos es corta, no así la de bebidas en general que se torna más voluminosa gracias a la selección de cervezas orientales y cócteles. El servicio muy eficiente, cercano y desenfadado. Local para olvidarse de los formalismos y disfrutar de la comida y la compañía.

Comida en el CHUKA RAMEN BAR, situado en la calle Echegaray. Local pequeño, oscuro y un tanto incómodo. Mesas altas y bajas de chapa, y banquetas poco cómodas (al menos las altas, en las que si mides menos de 1,70 las piernas te cuelgan). Decoración muy austera y un poco deprimente, de comedor de prisión o algo así.

Especializados en cocina Chuka, que al parecer es la versión japonesa de la gastronomía china. Aparte de varios tipos de ramen, como indica su nombre, tienen gyozas, baos y algún plato de pescado.

Como sabemos que se llena, llegamos prontito, y nos pusieron en una de las mesas altas, en la que minutos después nos pusieron al lado otra pareja. Esta moda de compartir mesa, procedente del norte de Europa y cada vez más extendida, está muy bien para que los restaurantes maximicen el espacio y tal, pero a mí me parece incómodo y sigo sin verlo.

Vamos con el condumio. Con el calor que está pegando en Madrid en este mes de mayo, lo que menos nos apetecía era ramen, así que exploramos el resto de la carta. Después de un rico aperitivo de pan de gambas recién hecho, acompañado de un bol de hummus con especias, nuestra opción fue:

Dos baos, los bocadillos chinos de pan al vapor, uno de pastrami casero fuera de carta bastante bueno, y otro de langostino tigre, hecho en una especie de embutido con cilantro, que nos gustó menos.

Gyozas de vaca vieja, hervidas y pasadas por la plancha, acompañadas de salsa teriyaki. Rellenas de carne picada con un aliño muy sabroso. Excelentes.

Hamachi (pez limón), presentado cortado como si fuera sashimi, ligeramente macerado en soja, acompañado unos brotes y wasabi blanco. Bastante bueno. Buen corte y buen producto.

Carta de vinos exigua de la que pedimos un blanco de godello Gaba do Xil, que combina con este tipo de comida a la perfección. Servicio simpático, aunque tuvimos que estar encima del camarero porque tienden a olvidarse de ti entre plato y plato.

Como no estábamos muy cómodos prescindimos del postre. Pagamos 52 euros por todo.

No es muy caro, pero ojo que tampoco lo regalan. Resumiendo, la comida nos gustó mucho pero el local no nos gustó nada.

  • Gyozas

    Gyozas

  • Bao

    Bao

  • Hamachi

    Hamachi

Le teníamos ganas a este ramen-bar del Barrio de las Letras desde hacía tiempo. Nos presentamos a las 9, previa reserva, y nos encontramos con mucha gente cenando tanto en la barra como en las mesas altas y bajas que hay al fondo de la sala. Ambiente cosmopolita, animado, casi bullicioso. Nos sentaron en una de las mesas bajas que hay al fondo. Servicio joven y con ganas pero demasiado lento. Sin duda la cocina no es capaz de seguir el ritmo de las comandas, al menos durante los fines de semana. Este tema choca frontalmente con la idea de un local de comida callejera, donde creo que la informalidad y rapidez debieran primar. Nosotros estuvimos algo más de dos horas que se nos hicieron demasiado largas. Advertimos que nos presentaran los entrantes escalonadamente para comodidad nuestra y de la cocina y no nos pusieron ninguna objeción. Pues al final no fue así; tras una espera de 45 minutos, todos fueron servidos de golpe. No sé, pero a mi me agobia.

Durante la espera, típicos chips orientales crujientes con salsa agridulce que picaba bastante.

Cena para 2:

- Gyoza de butifarra y cebollino: Media docena de las típicas empanadillas japonesas con la masa muy ligera al vapor y luego pasados por la plancha, pero con un relleno de butifarra que las hacen muy pesadas (grasientas). Fue lo peor de la noche sin duda.

- Tebasaki: Media docena de alitas de pollo fritas (sin empanar) y sazonadas con salsa de soja agridulce y chile thailandés. Muy crujientes por fuera y jugosas por dentro. Magníficas.

- 2 x Pulled Pork Bao Bun: Un bocadillo con el pan hecho al vapor (estilo taiwanés) y relleno con carne de cerdo, salsa hoisen, pepino y almendras picaditas al coriandro. Muy delicado y vaporoso el pan con un relleno realmente sabroso. Muy conseguido.

- 2 x Shoyu Ramen: Dos cuencos llenos de sopa contundente cocida lentamente con fondo de pollo y dashi, con sus noodles japoneses, una buena tajada de panceta con bastante magro, cebolla china, brotes de bambú y huevo cocido 6 minutos. Difícil de comer con esa mini cuchara de porcelana, pero bueno, sin complejos y a sorber. Deliciosa. Sin duda la joya del local.

- Moshi doughnut con helado de té matcha: Por aquello de probar su único postre en la carta, pero no gustó. Un sorbete cítrico (¿pero no era de té?) muy mediocre sobre una especie de donut crujiente. Sin pena, ni gloria. Menos mal que refrescante.

Sin ningún detalle en la sobremesa.

No es lo suyo lo de la carta de vinos (dos blancos y un tinto), más centrada en cervezas y cócteles orientales. Mi mujer se tomó dos cervezas de barril y yo tres copas de vino blanco Erre Punto 2102, servidas a temperatura muy justita y con copas tirando a mediocres. Una lástima que no mejoren este apartado.

Precio total: 70.00 (incluido IVA, 2 cervezas a 2.50€ y 3 copas de vino a 3.50€). No cobran pan y/o servicio.

Nota: El precio por persona indicado es lo que estimo que costaría comer en este local, con IVA incluido y sin bebidas, un entrante, un ramen y un postre.

He salido con una sonrisa de oreja a oreja (y habiendo comida sopa con palillos; que se dice pronto).

A mi las letras...

Este es otro de los lugares que han surgido en los últimos tiempos, con una propuesta distinta a lo habitual, si bien en el tono oriental que comienza a ser nota común en Madrid. No lo digo como algo negativo en sí mismo, ya que hasta hace unos años todo lo más que había era el chino de cada barrio, algo testimonial de cocina india y el paraiso Kabuki.

Local en la zona centro de Madrid y un tamaño razonable. Una ¿docena? ¿quince quizá? de mesas, un par de encimeras metálicas con taburetes altos y la barra. Dicho así no parece que vaya a ser gran cosa, pero el entorno es muy agradable y nada abigarrado.

El servicio cercano y amable. Da gusto entrar en algún lugar en que hay personas que no hablan castellano y les atienden sin ningún problema en inglés fluido sin tener que recurrir a traducciones improvisadas de aquella manera.

Y ¿qué se come aquí? Pues un buen puñado de platos orientales, como bun bao, gyozas, ramen y otras cuantas delicias más.

Y ¿para beber? Hay cócteles (tema del que paso para estos menesteres del condumio), cervezas también orientales y vino. Ay, ¿qué hacemos con el vino? Tres tristes vinos bebiendo vino en un trigal. Uno tinto (Remírez de Ganuza) y dos blancos (Remírez de Ganuza y Gaba do Xil, creo recordar). Sí, ambos puedes pedirlos por copas (3 EUR) o botella entera. De verdad, esto tienen que darle una pensada seria.

Vamos allá con lo comido. He comenzado con un bun bao de cerdo (pulled pork). El bollete era tan, pero tan suave, que daban ganas de meterlo en una cuna. En serio, el bollo al vapor más etereo que he probado. Peeeero hete aquí, que pegas un buen bocado y pruebas lo que hay dentro del bollo. Sólo dices mmmm... y devoras el bollo como si no hubiera un mañana. Delicioso.

Seguimos con un shoyu ramen. Un enooorme tazón de caldo doble, con tiras de cebolleta, huevo, panceta, noodles, alga nori, más cosas que no termino de identificar claramente y ... ¡¡ la bomba de neutrones !! El caldo te hace sentir tan bien, pero tan bien, que es realmente hogareño; aunque un caldo de este tipo poco tenga que ver con los caldos o las sopas de mi infancia, pero es tan delicioso que te hace sentir bien y en el hogar en cuanto lo pruebas. Ahora bien, ¿qué ocurre? Pues que uno es occidental, pero occidental, occidental de toda la vida. Del barrio de Fuencarral, vaya. Y ¿esta sopa cómo demonios se come? Porque te dan una cucharita de porcelana pequeñita con la que te apañas para el caldo, pero poco más. Miras a izquierda y derecha buscando referencias. Nada. No hay nadie en conversaciones con su ramen a la vista. Mmm... en fin, de algo habrán de servir las ingentes cantidades de documentales acerca de gastronomía diversa que me he tragado durante toda mi vida. Desenfundo los palillos y ale, a comer sopa con palillos y si hay que sorber los noodles y hacer ruido ¡yo el primero! =8-D
Terminas el ramen y te quedas pensando que esto debieran dispensarlo en bañeras como tamaño mínimo.

Para terminar sólo hay un postre. Ya metidos en harina y con lo bien que me estaba encontrando con esta comida tan rica, pues venga, vamos a probar el mochi con helado. Una suerte de bolita de donut (venga va, seguro que esto a los orientalizados gastronómicos los ha dejado fibrilando, pero ¿a que todo quisque lo ha entendido?) coronada con un estupendo helado cítrico.

He salido de allí con una sonrisa de oreja a oreja. Escribo esto en la hora de la cena del mismo día y sin dudarlo me volvería a meter en el local y volvería a cenar lo mismo que he comido punto por punto. ¡Qué rico está!

Nota 1: Obviamente aquellos que se encuentre en almuerzos o cenas de meritoriaje que obvien el asunto del ramen, que no es plan ponerse a sorber noodles en las primeras citas ;-)

Nota 2: El precio es incluyendo una botella de 500 ml de agua mineral.

Desde hace dos semanas, una nueva propuesta se suma a la amplia oferta madrileña, y no es otra que la de Chuka Ramen Bar en la céntrica calle Echegaray.

Por una parte, añade mayor espectro a esa vertiente de multiculturalidad en la que está sumida la capital. Chuka es la versión japonesa de la gastronomía china, provocada por los emigrantes chinos que se introdujeron en la cultura japonesa. Por otra, estamos ante ese tipo de locales donde la relevancia está más en el plato que en sus alrededores. Siguiendo la estela de los Triciclo, StreetXO, Nakeima, Tándem. Nuevas aperturas que nacen desde la diferenciación, y cuyo principal objetivo es simplemente disfrutar de la comida y que el comensal pase un buen rato.

A los “Puntapié” John Husby, Rodrigo García Fonseca, se las ha unido Lorena Mauri. Los dos primeros desde una cocina vista en la entrada del local preparan cada uno de los platos en el momento. Se nota en el resultado. Influencia gastronómica proveniente de la visión más informal de David Chang.

Comenzamos probando dos baos. El pan se prepara mediante receta propia en una panificadora china. Primero pulled pork con salsa hoisin, cacahuete y pepino. Dulces, amargos y salados en sabores y de textura melosa y crujiente. Bueno.

Seguiríamos con el bao de pollo frito y lombarda. Gran contraste entre el frescor de la verdura y el sabor del ave. Se eleva el volumen del crepitante. El pollo nos comienza a hablar. Obligatorio.

A continuación las gyozas de gambas al ajillo y bok choy (col china). Sobresale el punto de la pasta y esa peineta a modo de teja. En la sapidez, combinación bastante sabrosa, echando de menos más protagonismo del crustáceo tapado ligeramente por el ajo negro.

El pollo frito al estilo coreano con salsa de chile dulce casero es adictivo. Producto proveniente de Higinio. Jugosidad y sabor gracias a la calidad del producto y un secreto marinado, y de nuevo equilibrio entre el dulce y el picante proveniente del togarashi. Este pollo ha pasado de hablar a recitar monólogos con sus chasquidos. Droga pura.

Si lo que buscan es contundencia, pidan el Dok boki: arroz glutionoso planchado, tiras de chipirón, salsa bibim, tallos de ajo, chili coreano y sésamo ahumado. En textura, nos recordó a aquel plato de Streetxo de ñoquis de arroz con bolognesa coreana. En sabor, predominan potentes notas picantes que se equilibran con la acidez de la lima. Se entra en una sensación de bucle. Mi acompañante me mira, yo la susurro: “ Sarna, con gusto no pica”.

Posiblemente, la mayor originalidad se puede encontrar en un ramen seco denominado Hiyashi Chuka y compuesto por salchicha especiada, fideos frescos fríos, aceite de guindilla, berros, anacardos garrapiñados y cilantro. Amalgama de diversos sabores. Se juega de forma frecuente con esta forma de plantear los platos. Mucho power.

El ramen consiste en la adaptación de la sopa de fideos china a los gustos japoneses. Anteriormente recibía el nombre de chuka soba. De las dos sopas existentes en la carta probamos el Shoyu Ramen , el más suave de los mismos. A base de caldo dashi y de pollo, huevo 6’, cebolleta china y panceta. Se recomienda que la yema del huevo aporte cierta densidad al caldo. China se encuentra con Japón en el mismo centro de Madrid.

Se respira sinceridad, ganas de agradar, y una inclinación a seguir empujando para que el acto gastronómico pierda formalidad, y gane en cercanía. Sin barreras. Naturalidad y transparencia. Además, una más que necesaria originalidad. A día de hoy, resulta obligatorio distinguirse del gran número de aperturas que se producen en Madrid.

Los bocados tienen como denominador común su potencia. En algunos de ellos se apuesta por esa línea de contrastes y paleta de sabores. Ya decíamos en las crónicas Puntapié, que la cocina de "el americano y el donostiarra" tenía mucha pujanza. No se andan con chiquitas John y Rodrigo, sin nada de miedo a ser punzantes al paladar. Sutilidades las justas. Dejen pasar al umami

Chuka Ramen Bar: No es lugar para sosos.

Post completo y fotos en: http://www.complicidadgastronomica.es/?p=4340

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