La noche de los muertos vivientes

Mira, lo mismo pensaba yo tras los sucesivos tondonias que mi mejor amigo me trae a las cenas
de los viernes, el dale con erre que rioja, y yo dale con erre que Priorato, Ribera, Terra Alta y lo que sea,
mientras esté bueno. Pues cosas tiene la vida, en esta batalla campal con nuestro querido amigo del alma,
vendimiador obstinado y camicace donde los haya, un día nos invitó a comer en un restaurante que hay
en el pueblecito de LA ROCA, cerca de Camprodón y de la estación de esquí. Allá pidió un Viña
Pomal del 93, creo recordar. Pensé: vamos a beber agüita de color betún. Abrió la botella
y me soltó aquel líquido marrón en el vaso. Nada, agua del grifo. Mi amigo que si eso es un señor reserva,
que si rioja por aquí, que si tondonia por allá, etc, etc. Y yo pensando para mi: vaya espanto!!!.
Pues se acabó la botella en un plis plas, porque al poco rato,y aún en contra de todas las teorías
más audaces sobre que un vino así está muerto etc,, aquel vino se despertó, se abrió y estaba
absolutamente estupendo, tan estupendo que nos bebimos entre los cuatro casi tres botellas,
sino recuerdo mal, todo hay que decirlo, con una estupenda cocina de montaña, brutal y muy
bien cocinada.
Desde entonces, por si acaso, me bebó todo lo que trae.