Bebido con amigos hace unos cuantos meses. En aquella ocasión nos pareció borgoñón y misterioso.
Lo compramos esta vez por su excelente conservación de etiqueta, su nula merma y su gran entereza de color. Sin embargo, al abrirlo, el corcho se deshace y no conseguimos acabar de sacarlo.
Los aromas en un principio muestran pereza, habrá que esperar al menos doce horas para que la nariz se ordene y adquiera un carácter asentado y firme. A partir de ese momento, es cuando empezamos a disfrutarlo. Flores marchitas, fruta negra, sangre, canela, humedad y piedras.
En boca lo hemos notado algo titubeante. Iba y venía. Conservaba acidez pero no terminaba de confirmar su raza. Ciruelas, cartón mojado y mineralidad.
Final terciario.
Un Arana que nos ha dejado con ganas de más. Sin defectos para hablar de un vino de más de cuarenta años, pero inconsistente y con escasa energía. No puntúo.