Carmín con ribete atejado. Turbio aunque sin poso. Capa media alta. Corcho en perfecto estado de conservación.
La nariz desde el primer momento indica la salud y la buena preservación de este 73. Si bien es verdad que comienza con aromas algo cerrados, poco a poco abre y muesta garra y entereza. Todavía mantiene un recuerdo a fruta roja, cerezas al licor y tomate. Después aparecen el grafito, el pimiento, (no sé si en aquellos tiempos seguían elaborando con cabernet sauvignon) el cedro y la ebanistería. Por último llegan los terciarios, presentes pero dejando espacio suficiente a los tonos anteriormente descritos; desván, cueros, hojarasca, pólvora, sangre... Todo ello acompañado de una buena dosis mineral.
Boca joven, insinuante y provocadora, con un tanino lozano que aún no se ha domesticado, alcohol y madera vieja. La acidez es excelente, sustenta y dota al paso de una frescura envidiable. Además de los apuntes de la fase anterior, detectamos hojas de sen, balsámicos y torrefactos.
Final enorme.
Tengo poco más que añadir a la reseña: es una suerte que de vez en cuando podamos hacernos con botellas viejas que salgan tan bien y es un orgullo que estos riojas con años sean vinos de talla mundial.