.-Fase visual: color oro intenso, limpio, brillante, pesada en copa y con abundantísima y gruesa lágrima. Ya viene vestida de fiesta y declarando sus intenciones (todas ellas buenas).
.-Fase olfativa: para quedarse a vivir allí. Intensidad enorme, compleja, punzante... llena de matices preciosos. La camomila que da nombre a estos vinos está ahí clarísima junto con frutos secos. Los aromas del velo de flor acompañan a los toques salinos y herbáceos y las notas de madera van de la mano con los toques minerales.
.-Fase gustativa: entrada amplia y punzante. Densa y glicérica. Ocupa la boca sin timideces... está allí y lo demuestra sin disimulo. Muy larga y de final eterno. Sorprende su persistencia. En boca vuelven esas sensaciones salinas y de frutos secos. Retronasal impresionante, herbal, aceitunas manzanilla, yodo...

Un vino alucinante. Lo pruebo y me transporta a Sanlúcar, a una silla de madera y paja a la sombra de una de aquellas catedrales, disfrutando del vino con mi perro bodeguero, que dormita al lado, y tomándome unas almendras fritas; me transporta a un punto con el tiempo detenido, al menos, lo que dura la copa de vino.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar