Tesoro Sanluqueño

El color de esta manzanilla es ligeramente turbio, prueba fiel de esa tendencia que de a poco se extiende en el actual resurgir de los vinos de gran calidad en Jerez, embotellar en rama, término que hace referencia al hecho de embotellar el vino tal cual sale de la bota, sin clarificados ni estabilizados u otros procesos. De reflejos ambarinos, dorado, en este caso si es oro lo que reluce; nariz compleja, intensa, punzante y rotunda; avellanas y multitud de frutos secos. Muy yodada y salina, a mi juicio su principal virtud, es como un soplo de aire de mar, me transporta a aquellas noches, pescando junto al puerto, en el atlántico... ebanistería, con una nota de barniz muy elegante. Tiza, con la que Antonio marcaba sus barricas preferidas, pero que proviene de esas albarizas maravillosas. Muy bien definida, con todos los elementos que tipifican lo que ha de ser una gran manzanilla.
La boca es por el contrario muy sedosa y elegante, sorprende al ser muy sabrosa, untuosa, pero ligera, amplia, fresca y marcadamente salina, con un gran final, persistente, salino, algo amargante, de pieles de avellanas o almendras. Catada solo con una tapita de sardinillas, donde el aceite se fundía con la salinidad del vino, en una amalgama mágica.

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