Un chaval de 100 años

Uva pisada en lagares de granito, vinificado con raspón y encabezado con alcohol vínico. 65 años de crianza en cascos de roble de 550/600 litros. Embotellado en 1977.

Ambarino claro con destellos cobrizos, limpio, brillante, precioso.

Nariz intensa que nos sobrecoge por su brutal complejidad y definición. Su limpieza es realmente increíble y la paleta aromática nos muestra toques de frutos secos, maderas nobles, frutas maduras, fruta escarchada, granos de café, especias orientales, un fondo balsámico, miel, recuerdos herbáceos, tabaco de pipa. Alcohol ya perfectamente integrado en un conjunto sencillamente perfecto, sencillamente magistral.

En boca resulta igualmente encantador, es un vino esférico, redondo, sin defectos, uno de esos pocos vinos que cuando lo pruebas solo piensas en una palabra: perfección. Lo tiene todo, es incisivo, limpio, potente, elegante, largo, es un vino que se queda en el recuerdo por su persistencia y por su posgusto de frutos secos y especias, un vino que se encuentra en su momento perfecto de consumo, un chaval de 100 años. Y lo que más impresiona es su concentración, casi se mastica, pero el conjunto se sostiene con un equilibrio apabullante.

Uno de esos pocos vinos capaces de ponernos la piel de gallina, este Colheita de 1912 es algo sencillamente soberbio, un vino perfecto, que llena de sensaciones todos nuestros sentidos, un vino que nunca olvidaremos. La perfección de un Porto histórico que ha visto un siglo de vida y que seguirá adelante por muchos años más. ¿Precio? En torno a los 800-1000 euros. Probablemente no volvamos a catarlo más veces, pero si pudiéramos tendríamos más de una en la bodega. Inolvidable.