Parecía que en un tiempo, tras la marcha del gran Pedro Aibar, enólogo de la bodega y uno de los artífices del empuje del Somontano, Viñas del Vero podía atravesar un "in pass" de tiempo en el que no sabíamos hacia dónde iban a tomar camino.
Desde luego, este vino que nos ocupa (pienso) es en gran parte obra de Aibar, a pesar de que haya salido ahora a la luz, cuando él ya no dirije la bodega.
Pero si a una cosa un servidor (y quizás muchos también) le podríamos achacar a esta D.O. aragonesa, es que quizás estaba un poco parada en cuanto a novedades y cosas realmente diferentes. Por supuesto, no sólo esto es de Viñas el Vero, pero en este caso creo que "granitos enológicos de arena", como este más que interesante blanco, hacen que uno crea que la chispa y la brillantez, la ilusión por descubrir cosas nuevas, no se apague.
En cuanto al vino:
Descorchado después de algunas botellas Chardonnays de la zona. La cosa así lo pintaba. Servido bastante frío.Mejor.
En la copa viste un color amarillo, entre dorado y pajizo...quizás parece un cava, un poco de burbuja...
La nariz me parece casi lo mejor del conjunto, aunque la boca no resulta manca: comienzos de naranja muy pero que muy verde (de las que muerdes y casi lloras por la acidez), luego una sensación muy placentera, cáscara de naranja (olor muy atractivo, de veras) y al final esta naranja parece convertirse en sidral de naranja. Quien fuera un mozalbete en los 80, recordará esos sobrecitos de polvos con sabores diversos; se lo metía uno en la boca y...zas!! Tóma ácido!! Las flores que se apuntan en la contraetiquetan pasan desapercibidas, por lo menos para mí. Intensidad media, pero nariz personalísima.
En boca, quizás no sea tan sorprendente pero es igualmente muy disfrutable. Bastante acidez (no tanto como otros Rieslings foráneos, pero lo suficientemente importante como para refrescar. Además, nos reencontramos de nuevo con los cítricos ( vuelta de tuerca más a esa naranja, que por momentos invita a un dulzor en el trago y por otro se vuelve amargosa. Acidez aparte, tampoco se notan los azúcares que encontramos en otros Rieslings. El final, es bastante seco y corto, aunque curiosamente el postgusto de fruta es apreciable.
Bueno, total: que entre los comensales que éramos (de los cuales curiosamente algunos, trabajadores en bodegas de la competencia) nos quedamos bien a gusto y un poco sorprendidos con este vino. Positivamente, claro.
Hay que probarlo por lo menos una vez. Luego sacarán conclusiones. Gustará o no; pero desde luego bien merece la pena el catar un Somontano nuevo, alegre y fresco.
Pagados unos 9€ y pico por él. Lo vale.