Un clásico ya entre los vinos blancos nacionales de pago

Bodegas Torres tiene en este vino uno de sus principales referentes de vinos de pago. Su trayectoria de los últimos lustros le avalan dentro de unos cánones de gran calidad entre los vinos blancos nacionales con crianza.

Esta añada se presenta con un color amarillo dorado bastante intenso, denso a la vista y con abundantes lágrimas que apuntan a una notable untuosidad. Las notas aromáticas, en este momento están claramente dominadas por las derivadas de la crianza (vainilla, coco, tabaco, cedro, especias -canela, nuez moscada-, finos tostados, lácteos) entremezcladas con buenas notas primarias de pera blanca, piña madura, melocotón y limón. La boca es poderosa, amplia, carnosa y glicérica, con muy buena estructura. Muy largo. Al final se recuperan los aromas avainillados y lácteos entremezclados con los cítricos, con un estilo muy afrancesado.

Sin duda, un muy buen vino al que se le augura un largo recorrido. De hecho, pienso que unos años más en botella le pueden sentar muy bien de cara a una mayor y mejor integración de las notas de la crianza. Su PVP se sitúa sobre los 35 euros.

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