La emoción de un aroma olvidado

¿Qué se siente cuando alguien que se ha ido repentinamente y para siempre te ha dejado en el puchero tu guiso favorito, ese que sólo hacía por y para ti? Se ha ido, tú vuelves a casa, ya no está, y sin embargo encuentras en casa ese regalo póstumo que te comes sorbiéndote las lágrimas.

Esa emoción es la que me despertó este vino, coletazos de una sensación que te recuerda a algo que está muy dentro de ti y que sabes que ya ha pasado.

Un bosque oscuro, más allá del atardecer y antes de la noche. Respiras al beberlo y te llena de su perfume, pues el olfato es, más allá del gusto puro y duro, lo que te despierta la emoción. Y entonces sabes que te está mirando, que te provoca para que sientas lo que sabe que vas a sentir quieras o no. Porque no tienes remedio.

Un vino extraordinariamente evocativo, un vino a un precio imposible, un vino perfumado, denso, oscuro, complejo y tormentoso como un amor que de pura perfección es imposible.

NOTA: El guiso fue un estofado de rabo de toro, perfecto en su potencia para acompañar al vino.

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