Precioso y vivo color, rojo evolucionado, casi “amarronado” con ribetes

Precioso y vivo color, rojo evolucionado, casi “amarronado” con ribetes atejados y capa media-alta.
Nariz intensa y fina, se expresa desde el primer momento. Todavía hay algo de fruta roja compotada, pero destaca ese fabuloso bouquet que sólo los vinos con estos años desarrollan. Tabaco de pipa, humo, especias, torrefactos, cueros, maderas viejas, humedades, chocolate, mucho chocolate. Recuerdos ajerezados, no sé, como de un amontillado viejo, pero con nariz vínica. Fabuloso y complejísimo.
En boca es fino, limpio y tiene una acidez y una viveza asombrosas. Es muy largo en el final donde deja esos recuerdos terciarios. Los taninos son de seda y su elegancia es casi trascendental. Imposible adivinar que tiene más de 50 años. Más que su insultante juventud, me ha impresionado la vida que le queda todavía.
Un verdadero lujo haber podido disfrutar de este vino gracias a Andrés Conde de La Cigaleña. Habitualmente puntúo los vinos, pero este me merece tanto respeto que no lo voy a hacer. Una botella que nos marca y nos hace pensar. ¿Cuándo se hacía mejor vino, antes o ahora? ¿Llegará un Murrieta 2001 a cumplir 52 años con esta salud? Creo que no, pero quien sabe…

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar