Continua vivo.

Han transcurrido 17 meses y este vino sigue sorprendiéndome. El Corcho en perfecto estado. Por si acaso la he abierto con un sacacorchos de láminas. En una de sus caras se percibe su coloración vinosa por el largo contacto con el vino.
A la vista un color rubí con manifiestas notas teja y de piel de cebolla. Con una capa media baja. Limpio y brillante. Fina y buena lágrima que se desliza con pereza por el cáliz de la copa. Ribete color rubí y teja.
En nariz frutas rojas en sazón, cerezas muy maduras, fresas en almibar, mayuetas.
En boca es elegante, está domado, leve alcohol, fresco, mantiene esass frutas rojas percibidas en la fase olfativa, balsámico. Mantiene una acidez que invita a beber y que le va a dar más vida ¿año y medio a dos años?. Tiene volumen. Notas dulces que con la acidez que tiene se bebe muy bien. Sigue teniendo un grato y sedoso paso de boca. Continua siendo un vino muy largo. Me da una permanencia de 3,00 minutos.
Un vino que año a año va ganando en complejidad y perdiendo aquellas chuches de fresa que tanto sorprendieron en sus primeras elaboraciones.
Como me queda otra botella, dentro de año y medio la probaré y os diré.

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