Es un vino de corte clásica, pero con fuerza, acidez, frescura y tanidad por domar.

Rojo cereza de capa alta y ribete granate de irisaciones pardas. Nariz recia y riojana, con aromas de frutillos del bosque en confitura sobre notas especiadas, tostadas, de tabaco y hojarasca. Hay vegetalidad unida a la frutilla del bosque, con ese carácter que le da pinceladas minerales de tinta china, notitas de sangre y a la vez toquecitos de piracina y pimienta, sobre un suelo de hojarasca y tierra negra de bosque umbrío. Salen los cueros recién curtidos, notas de tela de matel viejo de hule y baul de cuero viejo. En boca es rico, sápido, amargoso, ácido, evolución donde la fruta se vuelve más pochadita dejando su impronta más madura y fluida, con notas por vía retronasal masculinas y vegetales evolucionadas. Posgusto de fruta con hueso y donde el vino da un brinco de mineralidad y hueso de fruta ( melocotón y ciruela ) posando una astringencia tánica que deja su sequedad. Es un vino de corte clásica, pero con fuerza, acidez, frescura y tanidad por domar. La botella en las próximas décadas lo va a elevar sin lugar a dudas hacia el estadio donde estos vinos están predestinados a llegar, que no debe de ser otro que el baile eterno con los nobles terciarios. Un vino pendiente de evolucionar.

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