No, no hay error en la añada, es 1999 y lo demuestra con un color ambarino dorado con irisaciones marrones. La nariz es una palestra de complejidad terciaria, se perciben notas animales, pelo de perro mojado, humus, líquenes y champiñones, con sensaciones de raspadura de naranja, notas de flores ajadas y azahar evolucionado, limonela, mandarina, talco, mazapán, desván y un sinfín de matices que juegan con una frutalidad muy ambigua pero que se deja sentir perfectamente. En boca es solemne, amplio, amargoso en el paso y con un toquecito de fruta blanca en el centro de boca que deja recuerdos amielados. Mantiene muy buena acidez y largura. Posgusto levemente amargoso y retronasal también terciaria - floral, siempre jugando con esa ambigüedad frutal. Todo un descubrimiento y justo en estos momentos en los que muchos consumidores se quejan cuando ven la añada 2013 de algún vino blanco aún el mercado. Los blancos tienen vida en botella, cuando se guardan con cuidado y sobre todo cuando se tiene la mente abierta y predispuesta a ver que te dicen al probarlos. Algunos vinos blancos con los años, al igual que las personas, se vuelven más interesantes, aunque no hayan nacido bajo esa intencionalidad enológica. No creo que la añada actual de este vino me vaya a proporcionar más satisfacción que este magnífico señor de 1999, viñas más viejas quizás en esa época, pues no lo sé.