Oak ché.

Una crianza clásica valenciana, que también las hay. Bien, puede que influida, pero las hay.
Se lleva una medalla de oro de la 18ª edición Berliner Wein Trophy 2014. Ya no sé si da para tanto, la verdad, pero ofrece un golpe de especias interesante.
Su color es un cereza de media capa con buen brillo y orilla anaranjada. Especiado y balsámico en nariz, clavo como máxima cualidad, canela en rama, tabaco rubio y algo de resina de pino, con fresas licorosas en segundo plano. Ligereza en el trago, cuerpo medio, pero sí acidez y trazas amaderadas que lo hacen seco, taninos vivos y sentidos, con el terroso paladar natural de la zona, a tinaja.

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