Rojo granate de capa baja, con ribete entre amoratado y rosáceo.
Nariz de mediana intensidad, dominada por aromas a fruta roja compotada, azúcares y tostados.
En boca resulta sumamente dulce, con sensaciones de confitura de fruta roja, tacto untuoso y volumen medio, apareciendo al final una leve puntita de acidez.
Los vinos supurados cuentan con larga tradición en La Rioja, si bien en los últimos tiempos prácticamente han llegado a desaparecer. Su elaboración siempre ha estado ligada al ámbito familiar, utilizándose uvas que se dejaban pasificar durante el invierno en los rincones más ventilados de la vivienda. El vino se destinaba a su consumo en días de fiesta y, dado que se le atribuían propiedades medicinales, con frecuencia se ofrecía a enfermos y ancianos. En la actualidad algunas bodegas, como ésta o Dinastía Vivanco, están recuperando esta tradición casi perdida.
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