Rojo rubí, ribete rojizo, capa media-alta. Imposible adivinar sus 66 años.
En nariz nos sorprende por su finura y elegancia, sin apenas toques de reducción o suciedades, flores secas, frutas maduras, especias, mueble viejo, maderas nobles. Con más aire aparecen finos balsámicos, ahumados, trazas anisadas, grafito, en fin, una nariz llena de complejidad y encanto, llena de fuerza y misterio, que nos prepara para lo que viene.
En boca es sencillamente maravilloso, pura fineza, puro encanto, un vino armónico y lleno de elegancia y sutilidad, con acidez, perfectamente vivo, con un paso redondo y casi frutal, dejando en el final trazas especiadas y ahumadas, quedando un ligero recuerdo terroso. Todavía ligeramente tánico dejando un recuerdo imborrable. Persistente.
Una de las añadas más brillantes de la larga historia de Riscal y que completa un trío totalmente mítico formado por 45, 46 y 47. Es un vino redondo y esférico, elegante y distinguido, largo, directo y realmente profundo, de esos que dejan una huella imborrable. Sin duda el mejor Riscal que hemos probado junto con el de 1925. Para el recuerdo.
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