Al día siguiente lo discutía con unos amigos, a Can Fabes (o cualquier triestrellado), no se va a comer, y tienes que ir concienciado que te van a hostiar, si no esperas ninguna de las dos cosas, directamente no vayas. A este tipo de restauración se va a estimular y experimentar, en otras palabras a alucinar, a probar combinaciones imposibles, presentadas de forma inexpicable (en este caso, este último punto no es tan evidente), si partes de ahí, tienes todos los ingredientes para disfrutar de una noche inolvidable, en cualquier otro caso, ruina caracolera .
Saquemos el bisturí.
Nos decidimos (como no), por el menú degustación y regarlo inicialmente con un Belondrade y Lurton, y en función de como fuese la cena pasar al tinto en algún momento. Sacaron unos aperitivos cuenta de la casa (jejejeje), bastante normalillos, unos mini pinchitos (cuatro) de combinaciones estilo fresa silvestre y ¿bacalao ahumado?, nabo y anguila, aguacate y jamón serrano, y un cuarto que no recuerdo, para mojar en una mousse de foie. Desgraciadamente en que eran para la mousse, me acabo de dar cuenta mientras escribía estas lineas ( Embarassed ), así que el resultado posiblemente hubiese sido mejor.
Ya metidos en el menú principal, muy bien conseguido, aunque eché de menos algo más de carne o derivados, y no tres platos marisco, ya que cosistieron en:
Entrantes
- Cangrejos de río con helado de melón y curry . Muy ricos, un plato de contrastes tanto en sbores como en temperaturas y tecturas.
- Almejas con gelatina (de la abuela, supongo) de ¿su coral? y vainas . cosistiendo en dos almejas crudas, con unas vainas de guisante (creo) laminadas y acompañadas de unos cuadraditros minúsculos de gelatina que sabían como si le pegases un lametón al suelo de la lonja de pescados, después de vaciarla. Intensísimo, un sabor a mar, puerto, un poco todo. Curioso, rozando lo desagradable, pero curioso.
- Bogavante con salsa de almendras cocinadas con una especie de fondo de carne, realmente rico, las almendras estaban cocinadas al natural (sin tostar).
Pescado
Soberbio, me cuesta recordar que era (¿dorada?), pero estaba cocinado al horno, cubierto con (según me pareció), con el interior de un crustáceo (quizás coral de bogavante), de forma que le creaba una cubierta crujiente y sabrosísima.
Carne
Yo opté por pichón de sangre, que como su nombre indica, era pura sangre, pero muy rico, y mi mujer por cochinillo asado que tampoco estaba mal, pero que tampoco decía nada del otro mundo.
Postres .
Para ser sinceros, ni me acuerdo, recordamos que uno nos gustó y el otro no, pero quedaron eclipsados por el Jorge Ordoñez Selección nº2.
Precio: 438 € de los dos, a razón de:
13 € del cava y el fino
135 € cada menú
8 € del servicio de pan (normalísimo), cada uno.
48 € del vino.
8 € por cada copa de tinto
12 € de cada copa de moscatel.
Mirando pa Cuenca, aunque vamos, ya sabía que los 310 + bodega (y que esta no bajaría de los 35) no me los quitaba ni Diox, otra cosa es que seamos un par de borrachuzos.
Resumiendo: bien con sus altibajos y sus peros, todo muy bueno pero sin flipar, el peor triestrellado que he estado y 140 € más caro que ninguno (aunque hacía ya casi 3 años del último, y nos pasamos un pelo más con el bebercio), no sé yo si renovará las 3 estrellas, si las merece, ni si hay muchísima diferencia con otros monoestrellados, como sí aprecié en su día con los del norte. Al tiempo.
El detalle.
El aspecto "defecable" de su cocina tuve el honor de comprobarlo en otro de los comensales del restaurante, ya que la falta de intimidad de los aseos, permiten enterarte de todo lo que ocurre en los servicios contiguos. Perdón por lo escatológico del comentario, pero creo que en un restaurante de esta talla, se debería prestar más atención a según que detalles.