Tanto comentario en contra me llevó a Can Fabes. Me parecía imposible lo

Tanto comentario en contra me llevó a Can Fabes. Me parecía imposible lo que leía y la unanimidad de los comentaristas. Por desgracia para mi bolsillo, todo era tan cierto como lo contaban; aún más, ya de entrada al hacer la reserva me dijeron que me aparcarían el coche sin yo pedirlo; luego al llegar, el aparcacoches se escaqueó y me hizo aparcar en una plaza en que cabía con calzador. Todo tardaba, las cartas, la bebida, el maitre, el sommelier. Lentitud exasperante. Luego, los aperitivos indignos, sosos, cansinos, sin originalidad. Los platos indefinidos entre primeros y segundos. Te llevan de cabeza al menú degustación. Vulgaridad, rusticidad, todo con la excusa de respetar el producto. Imagino que el arte culinario se inventó justo para mejorar el producto; si no fuera así, aún comeríamos crudo. Da la sensación que a Santamaría se le da mejor criticar a los demás que ponerse a cocinar, o acaso ha perdido el toque para siempre...
Caro, un timo. Yo pensaba en el Sala de Olost, que le da 20 vueltas en cocina catalana sin tanta pamplian. El hecho de que Can fabes ostente tres estrellas, casi hace dudar de la honestidad de la guía roja. No volveremos nunca, con una vez ya hemos tenido bastante

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