Sustancia y exquisitez

Desde hace unos años, el nombre de Suculent resonaba en mi cabeza como de uno los lugares imprescindibles a los que había que rendir visita más pronto que tarde. Las buenas críticas leídas en foros y portales especializados eran ya muchas, así como las valoraciones positivas por parte de buenos amigos que saben, y mucho, de esto de la gastronomía. Ello me había impulsado a recomendar el lugar sin haber estado aún en persona a familiares y amigos que me consultaban sobre sitios aconsejables en sus visitas a la Ciudad Condal. Todos quedaron plenamente satisfechos. Finalmente se presentó la ocasión idónea y para allá que nos encaminamos.

Si la ciudad de Barcelona es mundialmente conocida por su diversidad y su ambiente  cosmopolita, el barrio del Raval podría erigirse como el mejor estandarte de tales atributos. Mientras caminamos hacia el restaurante, nos vemos envueltos por un halo de multiculturalidad y mestizaje. Los rótulos y los escaparates de los comercios que vamos viendo, la indumentaria de algunos de los transeúntes que nos cruzamos, las conversaciones en diferentes idiomas que nos alcanzan… constituyen un verdadero crisol de culturas que, todavía hoy, no deja de sorprendernos.

Cierto es que todo esto ha contribuido aún más a la degradación cuasi total que ya padecía esta zona, conocida hasta no hace mucho como el barrio chino de Barcelona. El barrio sufrió un incremento alarmante de los niveles de pobreza y criminalidad. Pero ahora parece ser que, como ha ocurrido en tantos lugares de otras ciudades, la devaluación inmobiliaria que todo ello motivó, ha actuado como aliciente para inversores y nuevos emprendedores que, no exentos de riesgo, apuestan por abrir negocios aquí con un coste asociado mucho menor de lo que les supondría abrir en zonas bastante más cotizadas y, poco a poco, están consiguiendo revitalizar nuevamente la zona. Podemos afirmar que el Raval está saliendo lentamente de una larga pesadilla para volver a lucir como uno de los barrios más importantes de la Barcelona histórica.

Una casa de comidas del siglo XXI: Tal vez sea esa la mejor afirmación con la que poder definir la filosofía de Suculent. La primera prueba irrefutable de ello es el interiorismo y la decoración del lugar. En clara contraposición a otros restaurantes más afamados en la ciudad, en esta casa no se ha apostado por un proyecto arquitectónico de cientos de miles de euros. Aquí el envoltorio no actúa como reclamo, factor que sí toma gran relevancia en otros restaurantes. O, ¿tal vez esté equivocado y este otro concepto también atrae comensales? Ese marco como de taberna antigua a la que se va, sobre todo, a disfrutar especialmente de la comida también puede tener su encanto y atraer la afluencia de un público que busca más la autenticidad que la apariencia.

Muchos son los elementos decorativos que nos trasladan al pasado. Las mesas de madera rústica, las sillas de mimbre, el ladrillo caravista, la pila de piedra de los servicios… dejan ver que Suculent se construye sobre la base de la tradición y sobre un lugar que en su día ya fue taberna importante en el barrio. Sin llegar a descuidar detalles como la vajilla, los cubiertos o la cristalería, sorprende la sencillez en los mismos. La amplia barra que encontramos junto a la entrada favorece aún más ese concepto que todos tenemos de “bar de la esquina” donde el residente sabe que va a recibir un buen trato y, lo que es aún más importante, donde va a comer muy dignamente.

El restaurante no trabaja con carta, Solo se pueden pedir raciones y platos de la misma si uno toma asiento en la barra. En la mesa, sin embargo, sólo se da la opción de elegir alguno de los cuatro menús que se ofrecen: el menú clásico, el menú “L”, el “XL” y un cuarto menú que, sin llegar a ser vegetariano o vegano, sí otorga todo el protagonismo a los productos de la huerta, aunque éstos se aderezan con grasas provenientes del mundo animal. Optamos por el menú intermedio que se ofrece por 68 € (cuatro aperitivos, cuatro entrantes, cuatro principales y dos postres):

- Cóctel de bienvenida: Aprovechando que el establecimiento tiene otro negocio asociado en la misma calle un par de números más arriba, la coctelería “Sol y sombra”, nos sirven una de sus propuestas como primer aperitivo del menú. Se trata de un combinado de vermú, vino de Jerez y bíter de naranja. Muy rico.

- Gelée de naranja amarga con aceitunas y AOVE: Este aperitivo constituye, juntamente con el cóctel, una buena antesala para los platos de mayor complejidad sápida que les sucederán. Agradable el efecto refrescante de la gelée y acertada la combinación con el sabor particular de las aceitunas.

- Croqueta de bogavante, sepia y gamba: Una maravilla desde el punto de vista de la ejecución y del sabor. Tamaño correcto, tirando a grande, y perfecta la fluidez en su interior. Los sabores de los tres productos usados no llegan a fusionarse. Es agradable y divertido percibir a ratos la gamba, la sepia en otro momento o los puntazos del bogavante por separado. Muy rica.

- Apio, nueces, queso y manzana: Posiblemente el plato más vanguardista del menú. Se presenta a modo de pequeña tosta. La base es el propio tallo del apio y, sobre él, unas motas de praliné de nueces, otras de queso azul y unos daditos de manzana Grand Smith que aportan cierta acidez y frescura al conjunto.

- Ceviche de gambeta roja: Se utilizan pequeñas colitas de gamba de Palamós, enteras, sin corte alguno. La base del plato es una especie de tamizado de aguacate. Riquísima la leche de tigre que acompaña. Muy fidedigna a la receta original. No sólo se usa para aderezar el conjunto, sino que se convierte en protagonista destacada del plato.

- Tartar de bogavante: Se sirve sobre la cascara del crustáceo y se acompaña de unas galletitas crujientes que no son más que unas porciones de piel de pollo deshidratadas y fritas. Un tanto intrusivo el sabor de éstas que acaba por desbancar el sabor sutil y elegante del tartar. ¡Ojo con ello!

- Canapé de cresta de gallo: Nuevamente se usa la piel crujiente de pollo como base y, en clara contraposición a ésta, la textura melosa y gelatinosa de la cresta. Se usa, además, la salsa hoisin, una especie de salsa barbacoa oriental, que aporta gran jugosidad al conjunto. Perfecto ese contraste de texturas y digna de elogio, ahora sí, la conjunción plena de sabores, sin predominio de ninguno de los ingredientes sobre los demás. Un bocado de mucho nivel.

- Guisantes, sepia y panceta: Plato de homenaje y exaltación al producto. Legumbre seleccionada que combina a la perfección con el velo de panceta de ínfimo grosor y las lonchas del cefalópodo. Me resulta especialmente difícil atisbar si las mismas se sirven crudas o mínimamente cocinadas (baja temperatura, supongo).

- Steack tartar y tuétano: Sobre la media cañada que ha sido cocinada a la brasa se monta el tartar de carne y se decora con unas huevas de pez volador y unas patatas sufladas. Increíble la combinación que crean la carne cruda y fría del tartar con la médula braseada y caliente. Haciendo honor al nombre del restaurante, creo que jamás había probado un bocado tan suculento. Una delicia.

- Alcachofas y suquet de galeras: Otra demostración de concentración sápida y de combinación elegante y perfecta. El fondo del crustáceo maravilla por su persistencia y personalidad. No se parece en nada a los fumets preparados con otros mariscos (gambas, cigalas…) y complementa magistralmente los corazones de alcachofa preparados a la parrilla. Ahora pienso: sólo nos faltó una copa de algún rico amontillado para maridad un plato perfecto.

- Suquet de anguila: La concentración del suquet alcanza tal nivel que se juega al límite con el punto de sal y de pimentón. Tal vez se sobrepasa el umbral de lo comúnmente aceptable. Aun así, el plato nos parece una maravilla. Homenaje personal del cocinero al all-i-pebre, uno de los platos estandarte de la gastronomía de su tierra: la Comunitat Valenciana.

- Albóndigas de pato: Nuevamente una bestialidad (y ya llevamos unas cuantas). La degustación de las albondiguillas supone una buena dosis de hedonismo en estado puro y, por si fuese poco, éstas se acompañan con unos daditos de foie a la plancha y unas motas de mostaza en grano que, nuevamente, aportan al conjunto una acidez que se agradece y que palía cualquier sensación de contundencia excesiva o pesadez. Bravísimo.

- Fresones con chocolate blanco: A pesar de no considerarme muy fan del chocolate blanco, el postre me gustó. Muy rica la combinación de éste con los fresones, de gran tamaño y que se rellenan con el mismo. Especialmente buenas las fresitas que acompañan y la gelée de rosas que corona el plato.

- Tarta de queso brie: Muy sencilla, pero muy rica. Correcta la base tipo galleta y sabrosa la cobertura de queso. Buen final.

En el campo del vino, decidimos maridad el menú con la propuesta que hace el equipo de sala. No se trata exactamente de un maridaje plato-copa. Se sacó en primer lugar un vino para los aperitivos: Manzanilla La Guita. Para acompañar los entrantes nos sirvieron un vino blanco: Cop de vent 2016 (macabeu y muscat – DO Empordà). Seguimos con otro vino blanco: Cru (garnacha blanca y macabeu). Rematamos la parte salada del menú con el Beso de Rechenna (100% bobal – DO Utiel-Requena) y armonizaron los postres con MR Mountain wine, un moscatel de la sierra de Málaga especialmente bueno. El maridaje se ofrece por 24,00 €, precio que me parece bueno, teniendo en cuenta que no se escatima a la hora de rellenar la copa. Las nuestras, nunca quedaron vacías y, de cada vino, tomamos tanto como quisimos.

La RAE define suculento como jugoso, sustancioso, exquisito. En muy pocas ocasiones he estado en un restaurante en el que se dé una comunión tan perfecta entre el nombre o marca elegido para denominarlo y la experiencia vivida en la mesa. Me viene a la cabeza la experiencia vivida en “Disfrutar”, también aquí en la Ciudad Condal, como un ejemplo más de esa curiosa conjunción.

Los tres adjetivos que usa la RAE para calificar la palabra en cuestión me sirven a la perfección para definir la tónica general de todos los platos que degustamos. Elaboraciones con sustancia, con mucho sabor, cocina con alma y un nivel de exquisitez de sobresaliente en prácticamente todos ellos. Lugar, por tanto, muy recomendable. Disfrutamos mucho, créanme.

Post ilustrado en: http://www.vinowine.es/restaurantes/restaurant-suculent-sustancia-y-exquisitez.html

  1. #1

    Joan Thomas

    Un valor seguro en Barcelona. Me alegro mucho que disfrutases. Que bien que se come.
    Un abrazo

  2. #2

    Abreunvinito

    Pues si Joan y tu lo recomendais, me vais hacer ir
    Saludos

  3. #3

    Antoni_Alicante

    en respuesta a Abreunvinito
    Ver mensaje de Abreunvinito

    Yo ya había oído y leído a Joan, Isaac... demasiadas opiniones favorables. No lo dudes

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