A pesar de llevar abierto 15 años, es un restaurante desconocido para la mayor parte del público. La mayoría de quienes lo conocemos nos hemos enterado de su existencia por el sistema boca-oído ya que apenás se ha publicitado. Se ubica en el Condado de Treviño, comarca que por azares de la historia pertenece a Burgos, pero que se enclava en plena provinvia de Álava. Es precisamente de este territorio de donde procede la mayor parte de su clientela, pues la capital, Vitoria, se haya a poco más de 20 km.
El local, que combina acertádamente la piedra, el estuco, la madera y la cerámica, tiene muchísimo encanto. Los colores pastel de las paredes ayudan a crear un espacio sumamente acogedor, al igual que la estufa de leña (imitación) con la que se caldea la estancia.
No cuentan con carta, sino que disponen de un menú fijo que cambian cada estación (se muestra en la web). Éste consta de 3 entrantes, dos segundos y dos postres, con un precio de 38€+IVA (existe también una opción más reducida, que consiste en los mismos tres entrantes, pero eligiendo después un segundo y un postre, y que cuesta 29€+IVA).
En esta ocasión pedimos el menú largo, que consistió en lo siguiente:
- Cóctel de porrusalda con crujiente de bacalao y aceite de pimentón.
- Lasaña de morros de cerdo, hongos y calabacín con ensalada de escarola ecológica.
- Morcilla asada con pera, yema de huevo campero y emulsión de piquillos.
- Salmón Noruego confitado, menestra crujiente de verduras y salsa de calabaza con toque de ahumados.
- Rabo de buey guisado al vino tinto y deshuesado, con puré de patata violeta
- Tartita de manzana, helado de leche merengada y coulis de membrillo.
- Copa de tiramisú con nueces al natural y caramelo de café.
Todos los platos, unos más logrados que otros, alcanzaban un nivel, cuando menos, aceptable, si bien observamos algunos pequeños descuidos, como una temperatura algo baja en la lasaña o algún resto duro en el rabo deshuesado. Curiosamente resultaron éstos, junto con la morcilla, los platos que más gustaron. Las raciones son bastante generosas a pesar de ser un menú largo.
Respecto al apartado del vino, es éste claramente el punto más flojo. Su carta es reducidísima: una dodena de riojas, un ribera, algún blanco y poco más. Sus precios ajustados. Copas correctas, aunque mejorables. Tomamos un decente Contino Reserva 2006 (24€) servido a temperatura adecuada.
Servicio agradable y cercano. Volveremos en unos meses, cuando cambien el menú, pues por lo que pagamos es difícil comer mejor.
La verdad es que el restaurante es peculiar. Ya de entrada se ubica en un lugar donde nadie se imagina que vaya a encontrar uno: una pequeña aldea a la que se llega por una carretera que no lleva a ninguna parte y que se enclava en una comarca apenas visitada. De todas formas, creo que se trata de un local que cuenta con una clientela muy fiel, aunque deduzco que reducida por lo poco que se oye hablar de él. Por cierto, se me olvidó comentar antes que permanece cerrado varios días de la semana, pero si se llama con antelación podemos ir cuando nos apetezca. Saludos.
Josean
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