Empezó el viernes por la noche con un Pato Laqueado en La Gran Muralla, y siguió el sábado al mediodía con una fiesta enogastronómica de siete horas en El Celler de Can Roca. El domingo un Arroz negro en el Xadó de Palafrugell, y hoy lunes para rematar………… Can Tura de Sant Aniol de Finestres.
Podría decir que hemos intentado que nuestros amigos hayan disfrutado en tres días de lo mejor que gastronómicamente hablando pueden ofrecer nuestras comarcas. Comida en el mejor restaurante del mundo, paseo por una de las calas más bonitas de la Costa Brava antes de probar el fabuloso arroz negro de Palafrugell, y nos faltaba el interior, que precisamente en este tiempo otoñal aparte de un idílico paisaje, nos ofrecen una serie de productos con los que sueña todo amante de la buena mesa. A algunos de esos “productos” todos ellos comestibles y que corrían libremente por las puertas del restaurante, nuestros amigos los bautizaron inmediatamente, como por ejemplo a unos patos apodaron "confit", "foie", y "magret"......
Masía típica de Pagés con todas sus virtudes y defectos, pero con un inequívoco encanto. Lástima que "Pep" el propietario tuvo que marchar, pero nos dejó en buenas manos y con una muestra “bebible” de su generosidad.
No he visto a nadie acabarse todos los platos del menú de Can Tura, claro que hasta ahora he ido con gente más o menos normal, quizás los amigos Oscar, Toni, o Ferrán, podrían ser capaces, así que si alguna vez aparecen por aquí y queréis apostar sería divertido montar una porra.
Masía típica de Pagés con todas sus virtudes y defectos, pero con un inequívoco encanto. Lástima que "Pep" el propietario tuvo que marchar, aunque nos dejó en buenas manos y con una muestra “bebible” de su generosidad.
El menú afortunadamente siempre es el mismo y espero que siga así, de manera que voy a intentar explicaros en qué consiste:
El Postre:
Y para beber:
La Cuenta:
Hace muchos años que visito Can Tura, tantos que no recuerdo cuantos. Allí hemos celebrado desde el primer cumpleaños de mi hija que ya tiene 25 tacos, hasta cenas de empresas y comidas con proveedores, y eso que nos pilla un poco a lejos que si llega a estar más cerca no me sacan de allí ni con agua caliente.
En los albores de la pintoresca comarca de La Garrotxa se encuentra este restaurante situado en una casa de payeses en plena naturaleza, nada más salir del coche ya te encuentras con patos, gansos, cabras, pavos, cerdos y demás animalitos campando a sus anchas y mirándote con la suficiencia del que no sabe que al final terminará en un plato, incluso terminamos bautizando a los patos “mira, este es foie, este es magret y este es confit”, decíamos. Ah, y al enorme y cebado pavo le llamamos “trufi”. Coñas marineras. Nada más entrar nos damos cuenta de donde estamos, una decoración que te hace retroceder 50 años, botellas viejas, mesas de madera maciza, lugar auténtico a más no poder.
Ya en la mesa nos encontramos con una enorme fuente de ensalada (muy rico el tomate por cierto), un buen plato de jamón ibérico y una fusta de madera con su cuchillo y sobre ella tres enormes piezas, una de butifarra blanca, otra de butifarra negra y otra de fuet que podrían pesar kilo y medio entre las tres. Justo en ese momento te tren unas enormes rebanadas de un delicioso pan de payés y una fuente con tomates para cortar y untar en el pan, acompañando el embutido. Las tres piezas de embutido realmente buenas, nuestro preferido el fuet. Mientras terminábamos los embutidos, llega a la mesa una bandeja con dos partes de caracoles “a la llauna” y una de caracoles guisados en bandeja de barro. Excepcionales ambos, perfectamente limpios, en un punto de cocción fantástico y con una salsa sabrosa y contundente en ambos casos, aunque nos gustaron algo más “a la llauna”, receta originaria de Lérida. Mojando pan acabamos.
Casi media hora comiendo caracoles sin parar y llegan con una enorme bandeja alta de barro llena de una excepcional arroz caldoso de montaña. Cuando le peguntamos al simpático camarero (un paisano de lo más servicial el hombre) sobre lo que llevaba nos contestó con un sincero y lacónico “lo que le haya echado la cocinera”. Y en efecto, es un arroz con las setas que haya del día, en nuestro caso boletus y níscalos seguro, pero también con algo de cerdo o incluso con alguna volátil de las que pululan por allí. Oigan, el arroz estaba de escándalo. Repetimos. Y si esto no fuera poco, llega el plato fuerte. Ni más ni menos que una bandeja central con 4 enormes peroles de barro, uno con pollo picantón bien rustido, otro con la típica ternera con setas, otro con rabo de toro y el último con los pies de cerdo. Todo estaba fantástico, pero me quedé con la jugosisdad del pollo y sobre todo con la melosidad de los pies de cerdo, que servían enteros y en su jugo. Este es ahora un plato de moda en muchos restaurantes de postín y decíamos tan en broma como en serio que con uno de los pies que nos pusieron (y había como cinco en la ración) sacaban 20 raciones en manitas en uno de estos restaurantes. Absolutamente guslesco.
Oigan, pero no se vayan todavía que aún hay más. Para terminar trajeron una buena ración de gambas a la plancha y cigalas, quizá esto sobra ya que obviamente no proceden de la granja pero se conoce que esta es una forma de terminar muy de su gusto y al final terminamos por hacernos nuestro mar y montaña particular, expandiendo la carne de la cigala sobre el pie de cerdo. Puro vicio, oigan. El postre tampoco destaca por su originalidad, una tarta helada (entera, eso sí), obviamente no casera. Pero qué quieren que les diga, que estaba muy buena y que nos la zampamos. Y que tras semejante atracón de grasa no venía nada mal…
¿Y para beber? Pues bien, ¿cómo vamos a beber mal? No hay carta de vinos y no existe el servicio del mismo, las copas son de lo más normalito pero…al final bebimos francamente bien. Al principio tren un tinto manchego infumable que mejor se vuelven a llevar, pero lo cierto es que en menú incluye Cava Llopart Brut Nature a mansalva, así que…vamos con él. Siempre un buen cava que cumple con su función, ya que funciona con todo el menú. Después nos tomamos un fantástico Hospices de Beaune Meursault 1er Cru Charmes 2000 “Cuvée Albert Grivault” de aportación propia y que estaba delicioso, muy Meursault, graso y con amplitud, con un poco más de acidez hubiera estado excepcional.
Y para el tinto, el dueño tuvo un magnífico detalle, le comentamos que nos gusta mucho el tema y la quedada en El Celler y nos dijo que tenía algunos vinos viejos, señalando lo alto de un mueble y comentándonos que cogiéramos la botella que más nos gustara. Vimos de primera un Torres Gran Coronas Reserva 1982, que tras limpiarlo y abrirlo resultó más que decente, muy clásico, manteniendo acidez, francamente disfrutable. Estos cabernet están a prueba de bombas. Y para el postre echamos un vistazo a la vieja barra y divisamos un Castell de Biart Garnatxa de L’Empordá, la verdad que estas viejas garnachas de la zona son vinos que siempre cumplen. Así pues y como ven, pudimos beber bien en una casa en la que el vino no es ninguna prioridad, pero en la que todo son facilidades. En cuanto a la RCP, pues el precio de todo esto fueron 35€, fantástica sin duda.
Salimos contentos y felices de vuelta a casa, saludando a los animalitos y desde luego que recomendando esta casa a todo aquel que quiera disfrutar de una auténtica cocina payesa, está asegurado comer muy bien y sobre todo no pasar hambre. Y si además te lo puedes montar como nosotros para beber bien…pues eso, que volveremos.
Pollo rustido, ternera con setas, rabo de toro y pies de cerdo
Arroz de montaña
Caracoles
Web:
-No.
Facilidad para aparcar:
-Sin problemas
Situación y Entorno exterior:
-Al final del Valle del Llémena, en el bonito pueblo de Sant Aniol de Finestres y rodeado de montañas encontramos una antigua casa de Pagès, con gallinas, gallos, pavos, conejos e incluso un cerdo vietnamita correteando por la entrada, un paraíso para los niños y para más de un urbanita adulto.
Entorno interior y Servicio de mesa:
-100x100 auténtico, con mesas corridas y muy juntas, mobiliario viejo, manteles desgastados, cristalería tipo …….
Trato del personal:
-Muy cordial y atento.
Claridad carta:
-Que yo sepa no hay carta, solo sirven un menú y siempre es el mismo con muy pocas o ninguna variación.
Especialidad:
-Típica catalana de Pagès.
Platos probados y precio:
-40’00 €.- Precio del menú compuesto por:
-Plato de jamón ibérico. (Del bueno)
-Fusta de embutidos caseros. (Excepcionales) La “fusta” o madera, es en la que te sirven el embutido en piezas para que cada uno se corte el que le apetece.
-Caracoles a la llauna.
-Caracoles en salsa. (No nos pusimos de acuerdo en cuales estaban más buenos)
-Arroz de montaña. (En esta ocasión estaba un poco “al dente”)
-Pies de cerdo guisados.
-Pollo de pagès rustido.
-Rabo de buey.
-Ternera con setas. (de estos cuatro platos solo pude probar el pollo y el rabo, mi estomago ya no admitía nada más)
-Gambas y cigalas a la plancha. (nunca en mis innumerables visitas a he llegado a probarlas, siempre tiro la toalla mucho antes)
De postre:
-Pastel de chocolate, de limón, de fresas, yo personalmente pedí “helado crocante con cointreau”, naturalmente dejan la botella para que cada cual se sirva lo que le apetezca.
Bebidas:
-Cava Llopart brut nature, (cayeron 5 botellas)
-Una de vino (no recuerdo el nombre)
-Aguas.
-Cafés.
-Gin Tonics, y/o orujos.
Cuenta:
-Clara y sin sorpresas. 280€ para 7 personas. (En esta ocasión iba invitado, pero sé el precio de otras ocasiones)
Relación calidad precio:
-Excepcional
Lo mejor:
-Calidad y cantidad del producto.
Deberían mejorar:
-Si mejoraran lo que muchos pensarían que se tiene que mejorar, para mi gusto perdería su encanto. A mí me gusta como está.
Recomendable:
-Totalmente
Comentarios:
-La cara de sorpresa de nuestros amigos, cuando el camarero les propuso traerles un entrecot por si se habían quedado con gana.
Platillos de Pagès
Cerdo vietnamita (creo)
Exterior
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