Precioso restaurante ubicado en el interior de uno de los edificios más bonitos de Art Nouveau que haya visto, y que alberga entre otros el Smetana Hall, magnifica sala de conciertos.
El salón principal es francamente bonito. Mesas bien vestidas, vajilla, cristalería y cubertería a juego con el entorno, perfectas, aunque alguna zona de mesas debería tener mayor separación entre ellas.
Queríamos salir un poco de la taberna tradicional, de las salchichas, el codillo, el Gulash, sopas y demás tradicionales y en que hora se nos ocurrió.
Conocíamos el local de antaño, pero de ir por la tarde a tomar café y una porción de tarta, exquisitas por otra parte, o los sorbetes de frutas, magníficos, así lo recordábamos.
Pedimos menú degustación maridado (120.-€)
Mil hojas de higo y queso de cabra, chutney de sandia y lechuga con pimienta, muy rico. Vino: Sauvignon Prail, Colterencio, Alto Adige DOC, 2010
Foie Gras a la plancha con pera escalfada, cerezas en licor con bollito de pan de miel, exquisito. Vino: Chateau dármajan 2004 - Sauternes
Tournedo de vaca con patatas confitadas en aceite de oliva, lo más flojo. Vino: Lacoste Borie 2006 - Pauillac.
Selección de quesos franceses, excelente calidad. Vino: Don PX 2000
El precio es una exageración para tres platos + postre, si a esto le añades que por plato solo te ponen una copa de 0,15l, pues apaga y vámonos. La cantidad de vino que te van a poner viene reflejada en la carta, no hay engaño, pero lo parece.
El servicio es joven, inexperto, rancio y más seco que la mojama. Con los dos primeros servicios de vino me explicaban lo que me iban a poner, después ya pasaron, tuve que preguntarles y aun así, malas caras.
Ahora, que cuando acabamos y pedimos la cuenta y nos llega el camarero diciendo taxativamente que el precio no incluye el servicio y que hay que dejar un mínimo del 10% uno tiende a quedarse de piedra, pero uno ya tiene tiros dados como para cortarse un pelo y en el perfecto ingles de Oxford que me caracteriza no puede reprimirme y decirle “la propina es una opción y no una obligación, y usted hoy no ha merecido mi gratitud”.
NO VUELVO NI POR LA TARTA