La cocina como protagonista

Nos acercamos al pequeño pueblo de Pals a cenar al Vicus por tercera vez. En esta ocasión me propongo agudizar todos los sentidos para hacer esta review.

El restaurante se encuentra en una antigua pensión recientemente reformada en la calle principal que cruza el pueblo de Pals. Dispone de parking privado, un punto a favor. El local dispone de 3 comedores que yo viese, de los cuales dos estaban totalmente llenos y el tercero igualmente vacío. Nos proponen de romper el vacío del tercero pero nos apetece algo de calor humano así que optamos per el segundo comedor.

El primer comedor, en la entrada, dispone una antigua barra tradicional de un bar de pueblo, totalmente rehabilitada, con mucho gusto por lo antiguo, una nevera de madera que funciona y llama poderasamente mi atención, y un mueble enorme detrás de la barra a modo de estantería dónde podemos ver las grandes ginebras que hoy tanto se estilan, algunos whiskies de primera categoría y otros licores. Como digo, el comedor mantiene elementos antiguos pero el fondo es moderno: los colores balancean entre una gama de grises oscuros y claros, un fondo de pared con papel de adorno con formas que no molestan, y lamparas de diseño italiano (diría) con formas geómetricas diversas de cristal. Bien.

La carta es más bien escueta, hay que decirlo. Se compone de 4 secciones y media. Una primera de tapas, entrantes, arroces, pescados y carnes. En las tapas y entrantes deben haber unos 8 opciones en la primera, y unas 6 en la segunda. Dos arroces, 4 pescados y 4 carnes. Me cuesta decidirme la verdad. La literatura que versa los platos es correcta y sin fantocherías. La carta de vinos es excelente: sin una enorme variedad de caldos, se puede apreciar un valor y estima por el territoria que nos rodea, sobretodo por el Empordà, ya que puedo creo recordar se insta al cliente a degustar estos personales caldos. También hay DO's de moda como el priorat, montsant, etc...y algunas referencias más de la ribera, rioja, etc...Los precios no me parecen demasiado inchados, y se pueden degustar copas.

Optamos por compartir unas tapas de alcachofas con pequeños escamarlanes, croquetas de patata y carne (creo), y una segundo cada uno: filete con salsa porto para mi, y lenguado a la menier para mi señora. Una copa de vino negro (l'oratori del empordà) y agua.

Primer detalle al traerme el agua: la botella de agua (bezoya, botella de cristal, con geometría muy moderna) hace un gran juego con los basos de agua, las servilletas, y una pared del fondo de comedor en cuanto al color negro translúcido. Me encanta descubrir estos detalles que juzgo no son casuales.

Empazamos con los típicos snacks de plátano y otras verduras de nombres estraños que no reconozco con sal maldon. Están calientes, lo agradezco. También una olivas negras muy ricas (para nada clásicas). Nos traen el pan, hay de 3 tipos. Rico y crujiente. Hay aceite en los galidones pero no nos ofrecen.

Nos traen a los 5 minutos los primeros. Emplatados en platos pequeños haciendo honor a su categoría de tapas, el contenido para nada es ridículo. Detrás del plato en sí, descubro cantidad de detalles en los mismos, como una reducción caramelizada de pedro ximenez, sigolé, sal gorda, y algún condimento más de color rojizo que desconozco para las alcachofas -que están tremendas- y otros tantos como como sésamo blanco y negro, mayonesa con una pizca de mostaza súper ligera para las croquetas, que no tienen la forma clásica y se desgustan exquisitas. Destaco aquí que en cualquier sitio nos clavarían 10 euros por plato, por el siempre hecho de emplatarlo en platos grandes. Aquí unos 5-6€. Ole.

Los segundos vienen: el filete es grande, generoso. Blando, cocinado al punto exacto. Algo fría la presentación del plato por buscarlo algún defecto, pero la verdad es que nunca me gustan los acompanyamientos de este tipo de plato. La carne es deliciosa, suave y jugosa. El metre me asegura que es ternera de girona que reconozco a quilómetros (son muchos años ya). El lenguado a la meniere, algo más creativo en la presentación se presta igualmente al disfrute. Si más no mi mujer lo deboró.

De postre pedimos un coulant de los de verdad, con helado de pimienta. Nos avisan de que tardará unos 10-15 min. Bravo, signo de que ES DE VERDAD, no de la Sirena. Está tremendo. Lástima que de tanto probar los de microondas uno acabe por olvidar lo bueno que es este tipo d postre. El helado acompanya bien, no pica, ensalza el cocholate lo gusto y le aporta matices.

Un cortado, servido con diferentes tipos de azúcar. Bueno. Petit fours caseros, ya que están blanditos y frescos. Deliciosos para despedir.

La cuenta, no llega a 70€. Vale decir que tras el choque inicial que representa el precio de los segundo que si son algo más caros, veo totalmente equilibrado lo que pagamos en esa velada. El producto es de primerísima calidad, fresco, natural, de la tierra. Los platos son elaborados, con pesonalidad y multitud de detalles.

Sin duda repetiré. Aplaudo tener la valentía en estos tiempos de crisis de arrancar un proyecto como este, sincero y honesto. Ya era hora.

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