Tras un par de intentos fallidos en los últimos meses (una vez estaba lleno y la otra cerrado) he podido por fin safisfacer mi deseo de visitar este restaurante del que tanta gente habla bien. Además también tenía ganas de hacer turismo por Bilbao, que a raíz de las profundas transformaciones urbanísticas que ha experimentado en los últimos años se ha convertido en una moderna ciudad llena de atractivos. Con este doble objetivo hemos salido pronto de Vitoria y hora y media después, tras 45 minutos de viaje y otros tantos para aparcar, estábamos ya en plena Gran Vía con el plano de la ciudad en una mano y la cámara en la otra, al más puro estilo nipón (sólo nos faltaba el paragüas para protegernos del sol, que hoy por fin ha salido).
Recorrido por el Casco Viejo, Mercado de la Ribera, Arenal, Abando y Gran Vía, con las pertinentes paradas para repostar. Uno de los principales puntos de interés ha sido la Bodega Urbana, situada en esta última calle, junto al mítico Guría, desde hace décadas uno de los templos de la cocina del bacalao. En la bodega hemos tomado un par de txakolís y hemos comprado un par de botellas de vino. Tras ello ya nada más nos quedaba el Bascook.
A la hora convenida entrábamos al establecimiento, recibiéndonos el propio Aitor Elizegi, que se ha encargado el mismo de acompañarnos a nuestra mesa. El comedor estaba prácticamente lleno, con un público variopinto, pero en el que dominaba la presencia de trajeados empleados de la "City" bilbaína. Hemos optado por el menú del día, fórmula que por 23€ permite disfrutar de dos platos y un postre y que en restaurantes de este nivel es un precio difícil de mejorar. Mientras decidíamos los platos nos han servido a modo de aperitivo un agradable chupito de crema de perretxikos. Después han ido desfilando los siguientes platos, unos para mi mujer y otros para mi, pero todos compartidos:
- Arroz negro en salsa de habitas y huevo de caserío
- Wan-tan de garbanzos y sobrasada con huevo de caserío y migas con piparras
- Bacalao al pil-pil y a la vizcaína
- Txerriburger con mousaka de papada y berenjena
- Tatín de manzana, royale de vainilla y helado de caramelo
- Tiramisú helado, migas de sable y té matcha con marcaspone tostado
La chica que nos atendía nos iba preguntando a cada plato qué nos había parecido, pero los adjetivos de admiración ya se nos habían acabado con el segundo. Así que cuando le ha tocado el turno al bacalao me he quedado ya sin palabras, no en vano el patrón de este barco es maestro en el tratamiento de este pescado. Sublime, delicioso, exquisito o excelente era lo que tenía que haber dicho, pero he optado por callarme y enseñarle el plato limpio como una patena como prueba de aprobación. En resumen, todo nos ha parecido muy satisfactorio, pero ese bacalao lo recordaré mucho tiempo.
Para beber hemos pedido un tinto, concretamente un Brunus 2009 (18€), elegido de una carta que para un restaurante de este nivel me parece algo floja. Para acabar hemos tomado un par cafés solos como ya quisieran preparar en muchos sitios.