En medio de una excursión por los pueblos blancos, que mejor que detenerse a disfrutar de un magnífico restaurante. Cocina creativa andaluza, se autodefine Tragabuches, y no es mala definición. Técnica depurada, juego con texturas y temperaturas, pero sin perder de vista los platos autóctonos.
Un largo menú degustación, donde brillan tres de las a mi juicio cuatro grandes sopas andaluzas, gazpacho, ajoblanco y el menos conocido gazpachuelo (sopa de base de pescado (sin marisco) donde se deslee mayonesa).
Buena carta de vinos, copas Riedel y Schott-Zwiesel, un sumiller que conoce su carta y te orienta. Yo descubrí la bodega Friedrich Schatz, de la serranía de Ronda, disfrutando de un Lamberger de 2000.
En fin, un restaurante al que hay que volver.
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