Tal como era, es

Hemos visitado El Molino por primera vez en varios años. La sensación era de haber estado allí tan sólo unos meses antes. Los camareros de siempre, la decoración de siempre, la calidad de siempre. Nada parece haber cambiado.
Nos sentamos en nuestra mesa con un vermú y unas aceitunas que habíamos pedido en la barra mientras esperábamos. Rápidamente nos toman nota. Eficaces y diligentes.
Comenzamos con las obligadas gambas a la plancha. Bien de tamaño y de punto. Tal vez demasiada sal... bueno... es igual, muy buenas. También al centro pedimos unas mollejas de cordero a la plancha con setas. Las pedimos bien hechas y así las sirvieron. Buenas de sabor tanto las mollejas como las setas.
De segundo carne. A eso habíamos ido. Mi mujer un entrecortado bien hecho. Muy bueno y tierno pero demasiado hecho para mi gusto (para ella estaba impecable). Yo tomé chuletón al punto. Mantequilla... Perfecto de cocción y sabor, tierno y muy grande. A pesar de su tamaño cayó enterito. De verdad estaba rico.
Acompañando la carne, patatas fritas de verdad. Esta vez no tomamos la ensalada de escarola.
Para beber tomamos un Valdecuriel crianza correcto de temperatura. El servicio del vino se limita a descorchar y dejar en la mesa.
No tomamos postre ni copa. Nos invitaron a licores con el café y siguen con la costumbre de dejarte las botellas de licor en la mesa por si quieres repetir.
Volveré.

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