Por fin he podido visitar este restaurante del que tanto había oído hablar. La comida ha superado mis expectativas. Pedimos el menú R.Camarena. Seis platos, más un arroz, un plato de pescado, un plato de carne y dos postres. Los snacks no están a la altura.

Todos los platos planteados con brillantez y elegancia. El "discurso" es armónico y ascendente. Grandes juegos de texturas, en la brandada con crujiente, en el chicharro con pepino y anacardo, en la maravillosa menestra de temporada, en la mágica ferraura que acompaña al dentón y la navaja. Depuradísima técnica en el tarantelo de atún, otra vez en la menestra (qué plato...), en el calamar en su tinta y en el delicioso cochinillo de piel crujiente (quizás la acidez de la endivia rompe la armonía de este plato). El arroz de vaca gallega es diferente, posiblemente no emocionará a muchos arroceros. Su textura no es propiamente melosa, sino más bien gelatinosa, por el colágeno que contiene el caldo. Sabor intenso que recuerda a lo lejos a los callos a la madrileña, muy bien combinado con las alcaparras y la mayonesa de ajo.

Muy bien también los dos postres, en especial el último, un cremoso de café con leche, con nueces de macadamia y cuadrados de café descafeinado. Una bomba.

Bien también los vinos, en especial uno madurito de Provenza que resulto magnífico con el cochinillo.

Enhorabuena al chef y a su equipo de cocineros. Si siguen así y el servicio de sala se coloca a su altura, este restaurante será en el futuro todavía más importante.

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