Número "uno" en Valencia

En poco tiempo este restaurante merece ser considerado el mejor de Valencia, si bien la pena está en que lo es no sólo por méritos propios, sino ayudado por la inexistente competencia, corriendo el riesgo del temido amodorramiento, sin que llegue a mejorar todo cuanto, es obvio en un recién iniciado comedero, precisa.
Existe una incuestionable calidad en los productos, así como en su elaboración y buena presentación: dos veces que he ido en ambas tomé de entrante un excelente steak tartare, del que hay que pedir acentúen el picante, si así gusta, exquisita la anguila y no tan acertado el huevo frito con trufa, al que le falta ángel de puro lineal que está. El pan muy bueno y bien surtido, el aperitivo nada del otro jueves, un potinguito más, presentado en vaso de cristal, al que son tan aficionados nuestros cocineros. Los postres sí destacan, concretamente el de chocolate frío, llamado bizcocho, y la torrija.
En lo que hace a la bodega, es correcta, si bien en esta ocasión tomo con el entrante un dry martini, bien conseguido, pero sin la sobriedad y perfección del emblemático de Javier de las Muelas (www.drymartinibcn.com y www.speakeasy-bcn.com) y lo seguí con un whisky Talisker 10, rebajado y abierto éste con una chispa de agua, lo que maridó a la perfección con la anguila.
El servicio es correcto, sin alharacas, pero un poco despistado y falto de atención (todo corregible), siendo, de otro lado, innecesario y molesto que se siga la costumbre instalada de explicar los platos, aunque no se haya pedido tal, cual si los comensales fuésemos necios.
El precio es acorde con cuanto he comentado, pero no caro.
Queda por resaltar la muy conseguida estructura arquitectónica del establecimiento, si bien la decoración de tan parca, minimalista y excesiva en iluminación me hace sentir un poco de incomodidad.
Enhorabuena por esta apuesta en Valencia, que se vislumbra debe alcanzar más altos vuelos en un futuro próximo.