Situado a la entrada del casco urbano de Cocentaina (viniendo desde Alcoi). Se trata de una antigüa casa rehabilitada, de estilo mezcla entre rústico y clásico. Dispone de varios comedores. Las mesas ámplias y con buena separación entre ellas.
En las mesas, un díptico reza “Mini Carta” organizada en diez entrantes, dos elaboraciones de carne, otras dos de pescado y dos postres, no sé si es la que ofrecen todo el año, o era especial con motivo de las fiestas de Moros y Cristianos que ese día se celebraban en la localidad, en cualquier caso una oferta un tanto reducida. Se trata, básicamente, de cocina de mercado, con algún guiño al recetario local (pericana, croquetas de aladroc, bolets, etc.). La vajilla y cubertería funcionales. El servicio es atento y dispuesto pero no todo profesional, repito que eran fiestas, el restaurante lleno y supongo que habría personal “extra”.
La carta de vinos no es muy amplia, con algunas buenas referencias y esta organizada por tipos y a su vez por procedencias geográficas. Los precios aproximadamente multiplicados por 1.75 de los de tienda. Algunos vinos descansan en armarios climatizados. La cristalería es correcta en cuanto a forma y grosor, sin ser de marca constatable. El servicio del vino se circunscribe a la prueba en el mejor de los casos.
Nuestra experiencia fue para el almuerzo compartiendo varios entrantes: jamón ibérico de bellota y queso manchego, ensaladilla rusa con langostinos, pericana, croquetas y de aladroc y ensalada de queso de cabra con mermelada de tomate y pipas de calabaza y posteriormente cada uno solicitó un segundo decantándose la gran mayoría por la carne: solomillo a la plancha con verduritas a la inglesa o carrillera de ternera con patata mango. En el apartado de postres elegimos las dos opciones disponibles: surtido de dulce y surtido de fruta. De beber, inicialmente cervezas, también agua mineral, riesling de Poveda y varios Santa Rosa de Enrique Mendoza. Tambien tomamos unos gins de Citadelle.