Nuevo local con una excelente comida, como

antes, sin lugar a dudas.
Llegamos con puntualidad inglesa y nos observaron trás los tupidos cristales, tardaron un poquito en abrir, aún nos estamos pregundado por qué. Un pequeño fallo vamos. Nos recibieron y nos acompañaron a la mesa, a partir de ahí todo fue mejorando. Empezamos con unas cervezas japonesas y después de ofrecernos tres menús obtamos por el más largo, nos preguntarón si habíamos estado con anterioridad y al decirles que sí tuvieron la amabilidad de cambiarnos algún que otro plato para no repetirse. El menú se componía de nueve platos, un prepostre y un postre. Para beber un riesling, un bierzo, y agua. Indicar que no dejan hacer fotos, tampoco entendemos por qué, pero bueno, si ellos así lo quieren, y que los fines de semana está al cien por ciento pero entre semana se puede encontrar alguna que otra mesa (la crisis se nota).

Judías edamame, mejillón tigre, mollete chino, dim sum de morcilla con huevo de codorniz, gamba frita al revés, raya, chili crab, rape, cuajada de leche de coco, chocolate con piel de té verde, fueron parte del menú que degustamos. Comentar que no desmerece ningún plato y que todos gozan de unos sabores muy aceptables. Faltó pan y petit fours, debe ser norma del local. El servicio mejorando día a día y la carta de licores en "el aire".

El local minimalista y acogedor con vistas a una zona ajardinada que se agrade mucho en un Madrid, por criticar algo haríamos referencia a la tapicería de los asientos de la zona de fumadores: Un poquito sado.

Resumiendo. Un buen restaurante en Madrid donde la comida no desmerece nada y sus platos siempre te dejan con un buen sabor de boca. Muy recomendable, siempre y cuando te habrán a tiempo la puerta, je, je.