No enamora pero tampoco defrauda

El restaurante es una de la 3 o 4 posibilidades con que cuenta este bello municipio conquense para comer. El exterior está cuidado y la vista al interior de la sala atrae bastante. Una vez dentro hay una vista preciosa a las hoces y del rio que sin duda son lo mejor del restaurante. Paredes pintadas de rojo pastel y una especie de decoración antigua que parece que pretenda emular la decoración de un comedor familiar. Las copas son inapropiadas, la vajilla y cuberteria aceptables aunque no hay cambio de cubiertos entre entrantes y segundos. Hay una cierta masificación de mesas. La atención es correcta y profesional y el ritmo de la cocina bueno.

Los entrants basados en la cocina tradicional muy buenos (morteruelo y ajo cocido) pero en nuestro caso fallaron los segundos: pollo alcarria reseco y unas carrilleras de cerdo insipidas y con una salsa de tomate peor todavía.

La carta de vinos es corta e insuficiente pero los precios no se disparán, van desde los 9 euros de un Teatinos a los 18 de un finca estacada varietales. Por lo menos puedes probar algo de la Ribera del Júcar, nosotros escogimos un tres de cinco (12 euros) de Casa Illana que resultó algo alcoholico pero bueno. El servicio del mismo se limita abrirlo lo que no extraña viendo las copas.

Los precios no se disparan y algo de agradecer ya que la cuenta subió a 50 euros 2 pax.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar