Restaurante basado en la excelente calidad de las materias primas, que no sólo no desgracias sino que además realzan, como un excelente rodaballo salvaje al aceite (50 €/kg), pleno de sabor y que te limpian al lado de tu mesa, a veces con más voluntad que acierto. De primero unas estupendas y originales croquetas de centollo y erizo, y unas gamabas al ajillo muy buenas, totalmente ajenas a esas diminutas y con el sólo sabor del ajo que es habitual "degustar" en la mayoría de restaurantes. También probamos unas tortillitas de algas y camarones faltas de sabor, el único punto negro de la comida. Tiene una extensísima variedad de pescado y marisco, aunque fue una lástima que por la época no pudiésemos tomar las famosas almejas de Palmones.
Servicio atento pero regular en preparación, aunque el dueño te asesora perfectamente a la hora de anotar la comanda.
Regamos la comida con un Tierra Blanca, servido en cubitera en copas regulares, un refresco, una cerveza y dos cafés. Total 113 €.