Estábamos por la zona y nos decidimos por visitar este restaurante que hacía tiempo que le teníamos abandonado.
Varias salas conforman el restaurante dándole un toque laberintico. La decoración no es de mi agrado, sobre todo esas paredes negras con ojos vigilantes, usshhh!!!.
Mesas bien vestidas, con suficiente separación, buenas copas, vajilla y cubertería, aunque ese “peazo” machete Kukri Gurka para el delicado pichón hacia un contraste curioso.
Raciones generosas.
Servicio de sala atento y profesional, al igual que el servicio de vino, de muy buen nivel.
Carta de vinos con sorpresas, escueta pero con rarezas, por lo menos para mi.
Tienen dos menús muy interesantes, 40.-€ (creo) y 50.-€.
En esta ocasión pedimos a la carta:
Una espuma de ensaladilla rusa, muy rica y unos blinis de caviar de aperitivo.
Para compartir, unas anchoas buenísimas, alcachofas con royal de cecina, rico, rico y un arroz ahumado de zamburiñas, de sabores entrelazados, algo complicado, pero suculento.
Seguimos con unos lenguados con pil-pil de limón, muy protagonista el cítrico y un pichón con maíz a la parrilla, buena textura y sabor, si bien en algún momento me dio la sensación o de recalentado o de exceso de salamandra.
Para beber un Donnhoff Riesling 2008 que gustó muchísimo y un Nikolaihoff Waghau Heteabzug bastante serio.
Terminamos sin postre, rematando con unas infusiones y un GT.