Local con los inconvenientes de acceso ya descritos y más por la noche, ya que está metido en una urbanización. Luego merece la pena por la vistas desde el comedor. Estábamos solos, así que nos prepararon una mesa de 6 para empezar y otra para rematar, lo cual es muy de agradecer.
En la primera mesa: mientras llegabamos todos, unas jarras de cerveza de presión correctas, un par de fuets y cuchillo para cortar e ir empezando. El último comensal se retrasó y hubo que sacarle otro fuet, porque ya nos habíamos comido los dos que habían en la mesa.
Un buen pan tostado, unos tomates partidos, ajos en cantidad suficiente para auyentar a un ejercito de vampiros y un muy, muy curioso ajoaceite de membrillo que estaba bueno y un buen aceite: Camino de Anibal de arbequinas. Empezamos en la bebida tras dos intentos fallidos de vinos de la carta (ya avisó que había fallos), carta muy clásica, con una recomendación Martin Cendoya Reserva 2005, gran vino, y puesto a precio del primer fallo, con lo que ganamos por bueno y por desconocido. UN par de platos de jamon bien sin más, un plato de morcilla de Burgos que estaba un poco demasiado dulce y alguna especia (¿canela?) que mareaba el sabor. Ya vienen los caracoles a la llauna con su punto de ajoaceite suave en cada uno de ellos, bien pero me gustan más secos.
Se acaba el vino y tras entrar en la pequeña bodega veo que hay cosas interesantes como el último bobal de Hispano Suizas, algún Marques de Riscal 150 aniversario... pero no todos los comensales son de gastar dinero en vino y sí más en comida, así que moderación: Marques de Riscal Reserva 2008 para los calçots; fueron al final, 4 tejas grandes para 5 ya que el sexto solo come verdura procesada por algún animalito, y se pidió un surtido de quesos.
Los calçots de buen tamaño, poco fibrosos, bien hechos y con una salsa romescu con poco tomate y poca almendra, pero más suave; tras comer calçots hasta que quieras, te liberas de babero, guantes y desperdicios que has ido dejando y nos cambian de mesa.
En la segunda mesa ya teníamos abierto el siguiente vino: Carmelo Rodero crianza 2010. Un fuegito bajo una pequeña plancha, para un chuletón de vaca para el esquirol de los calçots, pero que probamos todos y fué de lo mejor que se puso en la mesa.
Continuamos la calçotada: una enorme fuente llena de las alubias, buenas y tiernas, con un poco de morcilla deshecha para acompañarlas (hubo quien no le gustó la mezcla), longaniza (morcilla blanca catalana) buena, bien especiada, lástima el plástico en lugar de tripa, patatas asadas con pimentón rojo, frías pero que calentamos en la plancha de la carne y unas buenas alcachofas hechas a la brasa.
A continuación un plato de chuletas con poco palo y con menos hambre.
Unas naranjas de postre y una crema quemada normalita, con sustitución del caramelo quemado por un rosegon de difícil masticación. Unos orujos de hierbas bien fríos, unos cafés y el agua para empujar la comida, completaron la fiesta.
La calçotada en general no es barata, quizás porque suele sobrar, pero los calçots estaban buenos, siendo el resto de la comida correcta sin más. La carne del chuletón sí estaba buena.
Buen servicio en mesa, gran detalle de cambiarnos de mesa para seguir, agradecer las oportunidades de vinos fuera de carta, constante servicio de vino en copa, amabilidad y profesionalidad, y desear que los fines de semana permitan vivir el resto de las noches.
Un lujo hacer una calçotada, ni mejor ni peor, sin hacer kilómetros. Los calçots de cultivo propio.