Sin parangón

Con el recuerdo todavía muy presente de la cena de la noche anterior en casa de Sergio, en la que nuestro anfitrión dio otra vez prueba de su generosidad (¡menudos vinos guarda en su bodega el amigo Kintiman!) nos dirigimos a este restaurante que a estas alturas ya sabemos que nos va a encantar. Con ello cumplimos un deseo que nos aborda desde el momento mismo en que oímos hablar de este establecimiento y que ha ido creciendo a medida que leíamos comentarios tan favorables como los que en estas páginas se han ido vertiendo.

Llegamos al restaurante a una hora temprana (poco antes de las 14 horas) y en ese momento somos los primeros en ocupar el comedor. Tras un excelente recibimiento, nos ubican en una amplia mesa en la que bien podrían haberse sentado dos personas más de las que estábamos. La cercanía de los amplios ventanales nos permite tener una amplia vista del valle y de la montaña, cubiertos de bosques y praderas. Una línea de tendido eléctrico discurre frente a nosotros, pero si nos olvidamos de este detalle el paisaje resulta sumamente bucólico (en otoño esto tiene que ser precioso). El interior del local ya ha sido perfectamente descrito por los que me preceden, por lo que no vamos a entrar en ello, sin embargo no puedo por menos que mencionar que todo aquí está pensado para crear un entorno confortable: perfecta climatización, excelente luminosidad, suave hilo musical, amplia separación de mesas, cómodas sillas... Otro elemento clave para el disfrute, más importante aún si cabe, es el personal de sala, que además de profesional se muestra en todo momento amabilísimo y cercano. A destacar también que el cliente recibe una amplía información sobre la oferta gastronómica disponible, pues la carta y las propuestas fuera de ella son explicadas con detalle.

Tal y como teníamos pensado, elegimos el menú degustación, en el que (otro detalle más a favor de este local) se permiten hacer cambios en su composición para amoldarlo a nuestros gustos y preferencias. Con esta intención solicitamos un cambio para no quedarnos sin comer una racioncita de pochas, producto que o comes ahora o se pasa la temporada. Nuestra sorpresa fue que a cambio de ello no eliminaron ningún plato del menú, si no que lo añadieron sin cargo alguno. El menú (60€) quedó compuesto finalmente de la siguiente manera:

APERITIVOS

- Salmorejo, croqueta y cucharita de foie caramelizada con gel de avellana.
- Lata de anchoa del Cantábrico con helado de piquillo

PLATOS PRINCIPALES

- Pochas frescas guisadas con verduras
- Caviar de Ampuero
- Tartar de salmón rojo de Alaska con helado de pepino e hinojo
- Ajoblanco con tartar de tomate y cola de cigala a la parrilla
- Fideuá de magano con sus tintas y aire de agua de mar
- Merluza del Cantábrico con falsos gnoquis de patata y consomé de cigala
- Costilla de cerdo lacada con chipotle

POSTRES

- "Buscando violetas"
- Tostada de pan brioche caramelizada con helado de lima y crujiente de naranja

¡Impresionante menú! Aunque nos habíamos hecho a la idea de lo que nos íbamos a encontrar, la realidad supera con creces las expectativas. Calidad en el producto. Técnica depurada. Presentaciones muy cuidadas. Respeto a la tradición, pero con margen para la creatividad. Sorprendente puesta en escena de algunos platos (ese tartar de salmón envuelto en bruma costará olvidarlo). Precios comedidos. En pocos lugares puede encontrar uno semejante compendio de virtudes. Muy posiblemente haya sido la mejor experiencia que hasta la fecha hemos vivido por un precio como el pagado.

La oferta vinícola, amplia, pero poco profunda, figura en una "tablet" en la que encontramos información sobre los vinos referenciados. Práctica herramienta, desde luego, pero yo para estos menesteres sigo prefiriendo el papel, opción que creo permite tener una mejor "visión de conjunto". Un Gramoná Imperial 2006 (30€) nos pareció buena opción para acompañar el menú. Buen nivel de copas y de servicio del vino, que incluye presentación, prueba y llenado. Tentados estuvimos con los cafés de pedir algún vino de postre, pero el hecho de tener que ponernos luego al volante hizo que nos quitáramos la idea de la cabeza.

Terminamos la comida con un excelente café expreso (de los mejores que he tomado), junto al que nos sirvieron una deliciosa golmajería de la casa (petit fours). Mientras estábamos dando buena cuenta de ellas se acercó a nuestra mesa Ignacio Solana, que se mostró muy interesado por saber cómo había discurrido la comida y si todo había estado a nuestro gusto. La conversación mantenida con él fue un excelente broche para esta memorable experiencia, que repetiremos en cuanto tengamos otra vez oportunidad.

  1. #21

    EuSaenz

    Gran casa, al máximo nivel en Cantabria. Los dos tartares, el de salmón y el de vaca frisona son modélicos en todo, sabor y textura perfectos. No sé cuándo volveré por Cantabria, pero será visita segura.

    Saludos,
    Eugenio.

  2. #22

    Kintiman

    en respuesta a Joseangel
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    Nada hombre, un simple aviso para que supiera que ibais.
    A ver si bajo a ver a Andrés en breves, pero con lo del mundial de vela, está imposible aparcar por aquella zona.

  3. #23

    Joseangel

    en respuesta a Alberto.Freire
    Ver mensaje de Alberto.Freire

    Bendito problema ese de tener tanto y tan bueno donde elegir. De todas formas, lo mismo me pasará a mi cuando vaya por tu tierra. Saludos.

  4. #24

    Joseangel

    en respuesta a Kintiman
    Ver mensaje de Kintiman

    ¡No me jodas! Pues aparca a las afueras y te acercas andando.

    Lo del aviso posiblemente sirvió para meter dos extras al menú sin cargo alguno, así que muchas gracias Sergio.

  5. #25

    Jotayb

    Hola Josean, de la "cuadri" sólo faltabas tú por visitarlo y creo que no te ha fallado ;-)
    Que sepas que siempre que se vuelve a este restaurante se disfruta como la primera vez, así que ahora solo te queda repetir y repetir :-)
    Me alegro mucho del disfrute compañero.

    Un abrazote.

  6. #26

    Joseangel

    en respuesta a Jotayb
    Ver mensaje de Jotayb

    Pues sí, nada más quedaba yo, aunque la verdad, hace algo más de tres años, en la navidad del 2011, llamé para comer, pero cerraban casualmente ese día (a punto estuve de ser el primero). Volveremos en cuanto se pueda.

    Nos queda menos de un mes para juntarnos y la verdad es que tengo ganas de que llegue el día. Un abrazo.

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