Estuve el verano pasado y volví a principios de año. Genial las dos veces

Estuve el verano pasado y volví a principios de año. Genial las dos veces. Entorno sí, algo frío, pero a mi entender muy cómodo, perfecto para disfrutar de la comida. Precioso. Cubertería, mantelería, vajilla y cristalería muy bien (Riedel, creo recordar). Servicio perfecto, tanto por la sumiller y jefa de sala (Paqui, si no recuerdo mal), como por los camareros. El detalle del aperitivo muy bueno (las chips de calabaza). En cuanto a la comida, me resultan materias primas tratadas antes con rigurosidad que con originalidad, pero con propuestas muy sorprendentes algunas (como un sorbete con berberechos), otras muy clásicas pero tremendas (el buey cocinado a fuego lento, uf, inenarrable), y otras a medio camino (el genial arroz verde). La carta de vinos es extensísima, tal vez demasiado extensa, abogaría por acotar más la selección. Su tratamiento, exquisito, la verdad. En general los detalles se cuidan muchísimo en este local, y eso se nota. Por cierto, se me olvidaban los postres: deliciosos, sin duda, pero no están a la altura del resto de la comida, ni siquiera el gran "clamoroso Juanjo", que es bastante curioso. En todo caso, uno no se lo puede perder, y tengo muchas ganas de volver. Además, los precios de mediodía me parecen muy ajustados (35€ el menú con maridaje...¡!). El menú Riff se dispara un poco, pero a mí me valió mucho la pena. En definitiva, creo que Knoller lo hace muy, muy bien.

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