Histórico restaurante en el centro de Pamplona.

Propiedad de la familia Eciolaza Oscaiz, en su tercera generación, este restaurante clásico de Pamplona lo es también en su cocina y en la decoración, con mesas amplias y excelente servicio. Compartimos mesa 5 personas, con un trato exquisito por parte de una de las conocidas hermanas. Tuve la mala suerte de que no estaba su sobrina, que es la persona que se encarga del vino, así que sin guía sobre los vinos navarros, nos decidimos por lo que no falla en Navarra: Un Chivite 125 Tinto del 2001 (el último) con un precio correcto (30eur). Copas algo pesadas pero correctas, buena temperatura, pero servicio del vino corriente (repito no estaba la persona). Carta con unas 100 referencias. Nos dejamos aconsejar por la casa, quien nos recomendó los huevos con foie y unos hongos de la zona que estaban sublimes. Los segundos fueron variados, si bien el solomillo de buey no era muy tierno a pesar de pedirlo vuelta y vuelta. Pedimos un Pago de Cirsus para acompañar los segundos y cerramos la noche con unos pacharanes propios de la zona (casero). En resumen : Cocina clásica y honesta y productos excelentes. Destacar todas la verduras, típicas de Tudela y alrededores, y el servicio nuevamente.