Sargantanes i fardatxos.

Hacía tiempo que no visitaba este local. Ha cambiado, es más agradable (a pesar de sus limitaciones de espacio y localización). Tomamos un degustación: empezamos con una terrina de manitas con rúcula y parmesano (sin parmesano, ya que mi mujer no tolera los lácteos) que estaba sabrosísima sin pecar de grasa, que es común en los platos con manitas o pies. Continuamos con una crudité de verduras, a mi gusto algo sosa y que comenté con JR que le vendría bien un toquecito de virutitas de foie o de ibérico. Estuvo de acuerdo, pero lo justificó con la integración en el resto de la carta en la que las ensaladas llevaban "algo más que verduras". El pescado, un filete muy poco hecho (como a mí me gusta)con un cus-cus de cítricos, ligero y sabroso. Y, para finalizar, unos tacos de magret con un "falso" dátil de txistorra, en su punto de cocción y de temperatura (difícil, ya que le dijimos que nos gustaba la carne muy poco hecha) que no sabías si quedarte con el magret de pato o con la txistorra. Yo tomé de postre un semifrío de queso de cabra y un sorbete de mandarina para la "anti-lácteos" de mi mujer. Ambos correctos. La carta de vinos peca de corta, aunque hay buenas referencias, y no está a la altura de los conocimientos de quien se ocupa de estos menesteres. Bebimos un Finca Terrerazo y nos invitaron a un par de xupitos de orujo (probé de dos diferentes aconsejado por el jefe)que acabaron haciéndonos hablar ("in vino veritas") un buen rato con Juanra sobre "sargantanes i fardatxos". La filosofía de querer agradar al personal, conjugada con la propia independencia a la hora de gestionar tu restaurante se conjugan perfectamente en este lugar. Algunos "fardatxos" (lagartos para los no valenciano-hablantes) tendrían que aprender de sus congéneres más modestos (sargantana significa lagartija)para llevar al público en general y, a los gourmets en particular, a disfrutar de una buena sesión culinaria sin más objetivo que ese: placer, armonía y calidez. Desde hoy, unos amigos más.