Grata sorpresa la que nos hemos encontrado al visitar este restaurante, que si no hubiese sido por los comentarios aquí vertidos jamás hubiésemos reparado en el.
Sigo valorando mucho estos pequeños locales que no caen en la tentación del abarrotamiento. Salón pequeño pero con mesas amplias y muy buena separación entre ellas, tranquilo, nada ruidoso.
Bien vestidas las mesas, buena vajilla, cristalería y cubertería.
El servicio de sala es amable y cercano, siempre atentos.
El servicio de vino esta a gran altura de la mano de un joven Julio que transmite sus ganas de hacer las cosas bien, y claro que lo consigue.
Una estupenda manzanilla nº16 saca de enero 2009 y unas almendras tostadas, algo tan simple, hicieron de perfecto acompañamiento mientras elegíamos el menú. No quedó ni una almendra, estaban buenísimas.
Optamos por el menú degustación corto:
Aperitivos de la casa con su ya conocida hamburguesa de sepia, de sabor y textura impecable.
Tagliatelle de calamar fresco con langostinos y aceite de vadouvan, que me recordó a sabores que había probado por Indonesia.
Sopa de novia, perfecta ejecución e integración de sabores, un lujo.
Lomo de bacalao asado sobre patata al vapor y aceite de pericana, bacalao en estado puro, a mi me resulto en su punto de desalado, aunque para mi mujer resultó algo salado. Gustos.
Gallinacea de Guinea con salsa caramelizada, muy buena.
Degustación de quesos, dulce de almendra con helado de café y unos petit tours para rematar.
Vinos:
El Rocallis 2004
Finca Terrerazo 2006
Tuvieron la amabilidad de cobrarnos solo medias botellas, al no consumirlas en su totalidad, un detallazo.