AGRADABLE

Tras meses sin sentarme a las mesas de Monastrell, compruebo un pequeño cambio en la estructura del local. El resultado de este cambio es muy dudoso; han conseguido romper la lógica espacial y decorativa de la sala.
Viernes noche: pocos comensales (conté 16, aunque eso significa más de la mitad del aforo).
Monastrell es de esos restaurantes que permiten al comensal llevarse su propio vino. Nosotros llevamos un champagne Frank Bonville y un Dominio de Atauta 2005. Las copas para el champagne eran tan pequeñas como dedales y, para colmo, de publicidad (de Agustí Torrelló, por cierto, gran elaborador) Para el tinto nos plantaron una copa de borgoña (?). O la que hacía las veces de sumiller no conocía Dominio de Atauta o no tenían otras copas. Decantó el vino sin consultarlo y creo que no hacía falta. Un servicio de vino que distó mucho de ser el que se espera de un lugar como Monastrell.
Optamos por el menú. Algo muy de agradecer es que te permiten confeccionar tu propio menú con los platos de la carta. Destacaré la ventresca de atún como un carpaccio, mesclum, verduritas y semillas crocantes (muy divertido y resultón)y el negre (pescado) con espinacas, setas y aire de moscatel (un plato muy rico).
Monastrell ofrece una cocina sencilla pero reconfortante en la que no hay estridencias y los sabores son armónicos. Muy recomendable.

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